¡El secuestro que conmovió al mundo!
En los momentos transcendentales de la historia de un pueblo la actitud de una persona puede compensar la ignominia, con la que han cubierto a este pueblo todos sus traidores tomados en conjunto
Fidel Castro
Se lo dedico a mi mamá, a mi hijo Máximo, y a todos los padres.
El tema está basado en sucesos reales, en la cronología histórica y fuentes fidedignas. Lo imaginario solamente figura para darle una mayor veracidad a la narración.
Realmente, esta isla es el lugar más hermoso de los que haya podido ver el hombre.
Cristóbal Colón
* * *
2 de diciembre de 1999.
La Habana, Cuba. Palacio de la Revolución, Residencia del Presidente del Consejo de Estado de la República de Cuba Fidel Castro Ruz
Ellos no se han olvidado de qué fecha es hoy. Este día, hace 43 años, él junto con ochenta y dos rebeldes, entre los cuales figuraba el Che, contraído por el asma y fatigado por el mareo, desembarcaron del yate “Granma”, para vencer o morir…
La mesa fue servida en la sala de descanso, adyacente al despacho.
Había bogavantes, langostas, langostinos tigres en una salsa agridulce, un delicioso pescado panga, frito en crema a la plancha. A la par con todo eso a Fidel le sirvieron su vino español preferido, con 50 años de solera, así como una botella de champaña “Dom Pérignon”. Toda esta abundancia provocadora podría desorientar y desanimar a cualquiera, pero de ninguna manera al líder. El Comandante estaba a la espera de una reunión importante. El hermano Raúl trajo a la capital a Juan Miguel González Quintana, oriundo de la provincia de Cárdenas. Era un empleado ordinario, cajero en uno de los hoteles de Varadero. Por él, mejor dicho, por el hijo de 6 años de edad, se desencadenó un escándalo internacional.
Un día antes, los compañeros de lucha desaconsejaban seguir en el motivo de la juez americana, con un típico apellido latinoamericano Rodríguez, e intentaban convencerle de que no se debía permitir al cándido Juan Miguel presentarse ante el juzgado en los EE.UU. Raúl aseguraba que a este jovencito en América le estaba esperando un refinado tratamiento psicológico y un soborno directo.
– No podrá resistir – así lo declaró el hermano un día antes, y, a pesar de todo, en el fondo del alma quisiera que hubiera un milagro. Él personalmente se dirigió a Cárdenas, para traer a La Habana al padre inconsolable.
– ¿Qué te parece, no fallará? – por debajo de las espesas pestañas negras miraban a Raúl aquellas mismas pupilas fogosas, que podían hacer quemar a cualquiera en los agudos instantes del asalto al cuartel Moncada, pero cuyas llamas se han empañado desde los días de la victoria de la Revolución. No por la desilusión de los ideales, sino de la traición humana.
– Ya no estoy seguro– pronunció pensativamente Raúl. – Es demasiado joven y demasiado categórico en sus reflexiones.
– Nosotros también éramos jóvenes, éramos maximalistas.
– Pero nosotros luchábamos en nuestra tierra, mientras que él deberá enfrentarse con el enemigo, cabe decir, en la misma guarida de ellos, en Miami, donde han arraigado estos canallas, “gusanos”.
– ¡A la voluntad de Dios!
Los ojos de Raúl se entornaron involuntariamente. ¡Quién hubiera podido pensar que a fines de los años noventa el ateísmo de Fidel empezara a retroceder bajo el empuje de las dudas que surgieron en su alma impetuosa! No retornará a sus manantiales de adolescente… En su infancia se consideraba ser uno de los más aplicados novicios en el colegio de jesuitas. Transcurridos unos años debido a los dogmáticos retrógrados y a los pedantes atrasados del ambiente de los superiores, de manera impredecible se hizo ateo. La muy creyente madre católica nada pudo hacer con la pérdida de la fe del hijo. La mente curiosa de este exigía pruebas, mientras que Lina Ruz – hija de una bruja autodidacta – no disponía de una formación sólida. Cabe decir, a Stalin los estudios en el seminario espiritual no le impidieron gobernar a los ateístas. Esto es un hecho. A lo largo de toda la vida él citaba el Evangelio, y en lo que se refiere a la Iglesia Ortodoxa, destruida por Lenin, esta aumentó la cantidad de parroquias precisamente durante el culto a la personalidad de Stalin.
¿De qué manera amenaza a la Cuba socialista tal regeneración? ¿En qué se volcó el permiso de Fidel de admitir a los creyentes al Partido Comunista? ¡No olvidemos el coqueteo con el Pontífice y la Congregación de la Santa Sede! El sacerdote brasileño Fray Betto hasta publicó un libro sobre este quisquilloso tema entre los marxistas. La obra “Fidel y la religión” simultáneamente sumió en un shock al Vaticano, y a la élite ateísta del partido.
¡Eso no vale! ¡Confiar en la Providencia es el máximo grado de descuido! Solo Fidel sería capaz de actuar así.
Nadie en Cuba dudaba que el absoluto “recordman” mundial en sobrevivir a atentados, y hubo más de setecientos treinta, que el “embrujado” Fidel moriría por su propia muerte. ¿Pero qué ocurrirá con ellos? Los que han servido al Comandante en cuerpo y en alma.
Los yanquis y la inmigración solamente desean la muerte de Castro. Sueñan con una revancha desde los tiempos de aquella derrota vergonzosa en la Bahía de Cochinos. La juventud, que ha crecido en las condiciones de un déficit total y depravada por la permanente y continua propaganda del consumo, es poco probable que se ponga a defender las conquistas de la Revolución. Naturalmente, entre los vástagos jóvenes habrá patriotas también. Pero Raúl solamente tenía fe en “la vieja guardia”, en los veteranos de las guerras de liberación nacional en África y América Latina. En total son 400 mil personas. Justamente ellos les darán una vez más a los yanquis y a los mercenarios una patada en el culo. Es verdad que será mucho más difícil hacerlo sin el carisma de Fidel…
Ellos llaman dictador a Fidel. ¿Que sabrá esa gente de eso? ¿Qué es lo que comprenden bajo la palabra “dictador”? Es más que risible si aceptamos las conclusiones de médicos expertos, los cuales afirman que todos los dictadores, sin excepción, padecen de descomposición. Los estreñimientos de Hitler y los problemas intestinales de Mao Zedong no tenían relación alguna con el neurasténico Benito Amelgara Andrea Mussolini y el diabético Josip Broz Tito. Cada uno de ellos tenía sus propias enfermedades. Sería extraño si el viejo Fidel no tuviera problemas con el intestino. ¡A fin de cuentas no es un robot! Lo común en todo esto era completamente otra cosa, el carisma y la afición al uniforme militar. Por ejemplo, Tito, el séptimo hijo en una numerosa familia croata, desde la más tierna infancia soñaba con tener una camisa blanca y zapatos de charol de camarero. Pero una vez cumplido el sueño, se probó el vestido de camarero de restaurante. Muy pronto entendió que esta ropa de gala no valía las humillaciones que tuvo que soportar. Quizás por eso Tito haya llegado a ser militar. Hasta en los minutos de ocio en su famosa residencia, en la isla Brioni, donde en más de una ocasión se bañaba en la piscina con la bellísima Sofía Loren, llevaba puesto el uniforme de gala de mariscal, hecho a medida. ¿Qué hay de sedicioso si uno siente la pasión por los uniformes militares y las mujeres hermosas? Es natural que así se comporte un varón verdadero. El país ha de ser gobernado por personas mentalmente sanas. Fidel, un gran admirador del sexo débil, también prefiere la guerrera militar al traje de paisano, no le son ajenas tales debilidades, así como el vino español de solera. En ese aspecto no hay nada censurable. Cabe decir, Raúl da preferencia al whisky “Chivas”, de doce años de añejamiento.
Cuando el asceta y romántico Che visitó al líder yugoslavo en Brioni, no pudo entender la afición al lujo de Tito. Posiblemente, el garaje con coches Jaguar, Rolls-Royce y Bentley, así como el safari, parque de cebras, avestruces y leopardos, regalados por el rey de Etiopía era el colmo. En este caso nadie siquiera discutía con el Che. Pero las mujeres y el whisky de malta, traído en un vuelo especial del estado norteamericano de Kentucky, había alegrado hasta a Guevara, y Fidel estaba muy arrebatado.
Convertirse en el líder del Movimiento de Países No Alineados, siendo comunista, en el ajedrez tales jugadores llevan el título de Gran Maestro. Yugoslavia durante el régimen de Tito florecía. La muerte del mariscal, ya al cabo de un año, conllevó la ruina del país y el desmoronamiento de la unidad internacional. ¿Acaso la muerte de Fidel provocará esa misma situación? No, Tito no tenía a tal hermano como él, Raúl. Los dos disponen de cierto tiempo. Mientras que todo siga sin cambios.
El líder yugoslavo sabía manipular a los omnipotentes. Ordeñaba a todos los que le rodeaban. Tal es la suerte de un dirigente de un país grande o pequeño, pero no potente. Él se encuentra en el filo de la navaja, en la punta del cuchillo, en el borde del abismo. Uno debe aprender a obtener provecho de su situación poco envidiable. Fidel, sí, mejor que otros sabía cómo hacerlo.
¿Quién en la China acomodada de hoy día, recuerda los muy reales cuentos acerca del Gran Timonel Mao, que hasta en los últimos días de su vida no se limpiaba los dientes y se vaciaba en el foso? ¿Que él obligaba a los campesinos a aniquilar los gorriones, con lo que atrajo a los campos a insectos e hizo morir de hambre a millones de personas? ¿Homenajearían los chinos a Mao Zedong porque el revestimiento de terciopelo de su tren especial estaba remachado con clavos de oro? Entonces al dictador rumano Ceaucescu no lo habría linchado la multitud, aunque él usaba un inodoro de oro. ¡No, naturalmente! El respeto a Mao está ligado con un momento de su historia: empezaron a respetarle aún más porque supo hallar la forma de cómo obtener del “perspicaz campesino”, así Fidel llamaba a Jruschev, la bomba nuclear y levantó el país que estaba de rodillas, convirtiéndolo de una China retrasada, en una gran potencia nuclear.
Fidel también hizo de los ex esclavos una nación orgullosa. Los cubanos han de quedarse así para siempre. ¡Su suerte es la de conservar la independencia del país o morir! “¿Les ayudará en esto Dios? Sería bueno” – pensó Raúl. En tales casos, parece, se supone rezar. Para sus 74 años, Fidel aún no ha venido al altar con la oración. ¿Quién sabe, quizás lo haga para su jubileo a los ochenta años?
– Sí, naturalmente – aprobó Raúl la fatalidad en la conducta del hermano mayor, pero para sí pensó que, si se deja correr el asunto de González, sería un descuido imperdonable. En el caso de que al joven cubano, seducido con las promesas de una vida paradisíaca, se le ocurra traicionar a su patria, habrá que neutralizarlo. Sea como sea. Física o moralmente. No tiene importancia. Lo principal es que el pueblo de Cuba vea el castigo inevitable por la traición…
– ¿Pues, este joven está aquí? – preguntó, al fin, Fidel.
El hermano menor lo confirmó con un gesto afirmativo.
– Hazlo pasar aquí – le ordenó a Raúl.
– Inviten a Juan Miguel González – ordenó a los comisionados del Ministro de Defensa. Juan Miguel, de mediana estatura, un joven con una figura bien formada con unas orejas un poquito alargadas, estaba sentado en la sala de recepción en una silla trenzada indonesia con un espaldar afiligranado – Como un escolar, esperaba amedrentado la entrevista con un gran hombre, el líder de Cuba. No podía imaginar que todo esto le ocurriera a él. Su esposa Nersy, con motivo de una visita a La Habana, obligó a Juan Miguel a que se pusiera una nueva camisa blanca, cuyo cuello le apretaba ahora la garganta, como si fuera un estirado collar de perro.
– Pase Ud. – le susurró al oído un negro robusto de la escolta presidencial de Fidel.
Juan Miguel entró en el “Sancta Sanctorum”, un modesto despacho del líder de la República. En la pared estaba colgado un retrato hecho a óleo del héroe de la revolución, de un barbudo sonriente, Camilo Cienfuegos, cuya muerte originó en los círculos de la inmigración en Miami todo tipo de versiones acerca de las causas de su fallecimiento en un accidente aéreo fatal. Junto al retrato había un cuadro con la imagen del trabajo voluntario de los niños cubanos en la cosecha de la caña de azúcar, la zafra. Los muebles en el espacioso gabinete de Fidel no parecían ser lujosos. En el amueblado no había alusión alguna al estilo “kitsch” de palacio. Al contrario, algo hacía recordar el mal gusto, el burocratismo y el ascetismo del morador de este espacio.
Apareció Fidel. ¡Ahí está él! El hombre leyenda. El “Barbudo” con una barba ya enralecida. Un orador genial, capaz con su discurso fogoso, en el transcurso de muchas horas, de captar la atención de cualquier auditorio. Ni una sola vez perdió el hilo de sus comentarios, seguía la lógica de la narración, sin que confundiera las fechas, cifras y detalles históricos. Una persona que dispone de una memoria increíble y una voluntad inquebrantable. El héroe y “El Caballo”, el potro que pudo dar vida a la última criatura, siendo un viejo de 65 años…
Fidel apretó su mano. No permitió que fuera largo el apretón de manos, sino muy breve. Hubo una contracción muscular en la palma de la mano y Juan Miguel sintió en ese instante la potencia de una gran personalidad. El joven se turbó de la mirada fija de la persona №1 en Cuba, y así mismo sentía como lo taladraban los ojos de Raúl, del hombre №2.
– Juan Miguel, deberás emprender un viaje al juzgado a los EE.UU. Eso lo requieren las circunstancias, el derecho internacional y la Temis americana. En esto insisten el Ministerio de Justicia y los subordinados a este, el Servicio de Inmigración y Naturalización. La presencia del padre en el juzgado relacionado al asunto del retorno de su hijo Elián, lo desea también el pueblo norteamericano. Allí están seguros de que, en cuanto te liberes de mi vigilancia, naturalmente, pedirás refugio político en los EE.UU. Esto significa que el problema de la reunión del padre y el hijo se soluciona automáticamente, y para qué se armó ese escándalo ruidoso.
– Yo no voy a rendirme. Me han robado al niño, y yo quiero solamente una cosa: que sea devuelto Elián a su padre, a su país natal, donde se sentía feliz.
Las palabras del joven conmovieron a Castro, pero el Comandante no quiso mostrárselo.
– En 41 años transcurridos después de la victoria de nuestra revolución, la legislación americana no hizo a Cuba ni una sola concesión – continuó Castro – los recursos de los que disponen tus oponentes son ilimitados. Tanto en el aspecto jurídico, como en el financiero.
– ¿Y lo que se refiere a lo moral? – el joven cortó involuntariamente a Fidel. ¿Y el aspecto moral?
Fidel se cruzó la mirada con el hermano. A los dos les agradó la réplica del simple muchacho de Cárdenas, el cual no tomó en consideración las palabras de los oponentes, insistía en lo suyo.
– La parte moral de nosotros, de los cubanos, siempre se encuentra en el primer plano. Todo el pueblo, y cada uno de por sí, se incorporará a la lucha por su pequeño ciudadano. Iniciando este enfrentamiento, debemos tener sólidos motivos, no solo en lo jurídico, sino en lo moral también. Pero ten en cuenta, te esperan grandes pruebas.
– Estoy listo a enfrentarlas.
– Tu ímpetu es digno de elogio. Pero deberás llevar contigo a tu nueva esposa y a tu nene, así como a las dos abuelas de Elián.
– ¿Para qué han de estar ellos allí? Yo podría ir solo para traer a Elián.
– Entonces ellos dirán que Castro dejó como rehenes en Cuba a la nueva familia de Juan Miguel y a su madre. El joven está acorralado, en una situación sin salida. No puede ser libre en la toma de sus decisiones. Es inflexible en sus intentos de hacer volver al hijo a Cuba solo porque a los familiares les amenaza la represión física. ¿Es eso lo que quieres?
Juan Miguel, el padre del niño, por un instante quedó pensativo. Luego exclamó:
– Lo he comprendido.
– Te van a ofrecer mucho dinero y una vida paradisíaca…
– En el Edén no se necesita dinero – de manera segura lo expresó tajantemente Juan Miguel – Por lo tanto, América no puede ser paraíso para el cubano. Esto es una cuestión de honor.
– Para nosotros esto es aún una cuestión de confianza – intervino su palabra Raúl.
– No solamente para nosotros – confirmó Fidel – Todo el pueblo confiará a ti, Juan Miguel. Para once millones de cubanos de diferentes edades y sexos, naciones y grupos étnicos, católicos y “santeros”1, tú y Elián se convertirán en símbolos de nuestro país. No hay pecado más terrible que el de engañar a la gente que haya confiado en ti… ¿Cómo se llamaba tu primera esposa, la madre de Elián? – de repente preguntó Fidel, como lo hacía habitualmente si le interesaban algunos detalles.
– Elizabeth Brotons – lo dijo muy despacio el joven cubano – No me dijo nada acerca
de sus planes…
– ¿Le eras fiel en el período de la vida conjunta?
Juan Miguel agachó la cabeza
– La respetaba mucho – expresó este, justificándose.
– Como varón yo te comprendo – Fidel se rascó la barba.
Y yo, siendo comunista, te recomiendo que pienses muy bien acerca de tu actual situación – expresó su opinión Raúl – No te exhorto a que mientas y te pongas a justificar tu conducta. Ten en cuenta, simplemente, que sus juristas van a engancharse a cualquier hilo posible, para denigrarte, desacreditar ante millones de norteamericanos la imagen de los comunistas, y como resultado, humillar a Cuba. El valor de cada palabra, pronunciada por ti en los EE.UU., crecerá de manera increíble. Nadie te obliga a confesar que habías sido infiel a tu cónyuge.Pueden aprovechar tu honradez, como instrumento contra tu patria. No les concedas a nuestros enemigos una información adicional. No les entregues personalmente un triunfo complementario.
– Hay una historia en la Sagrada Escritura – recordó a propósito el Castro mayor– Cuando José, queriendo aleccionar, y luego perdonar a los hermanos ruines, aprovechó un engaño pequeño. ¿No se necesitó el engaño, si este no se utiliza en aras de la bondad?
Este argumento debería ser el último que aprovecharía el hermano menor. Acaso
Fidel se ha olvidado de que todos estos cuarenta años de ataques contra Cuba, los yanquis llamaban a los cubanos “herejes”, y atraían a su lado el nombre de Dios. Los Conquistadores también aniquilaban a los indios bajo las banderas Santas. Fidel no pudo olvidar esto. Poseyendo tal memoria, probablemente cree que Dios está a favor de Cuba…
La conversación no finalizó así. Fidel le pidió a Juan Miguel que saliera por un rato, este tenía varias preguntas confidenciales a su hermano.
– ¿Qué está emitiendo la hostil radio enemiga, a la cual no pudiste silenciar completamente? – se interesó Fidel.
– Están demasiado cerca… Siguen el ruidoso escándalo histérico en torno al niño – informó Raúl. – Están transmitiendo también que has adquirido en Francia un yate tipo “flybridge” con un bar, una barbacoa y una bañera de mármol.
– Sería mejor dar a conocer que en este se hayan instalado giroscópicos estabilizadores de balanceo y un sistema que mantiene inmóvil el yate, sin usar el ancla. Ahora nuestros buzos podrán filmar para el pueblo los buques hundidos y la fauna del mar del Caribe, sin dañar con el ancla echada los arrecifes de coral.
– Siguen comentando que tú, a la manera de Gorbi, el cual devoró una pizza italiana para hacer publicidad, permitiste que te fotografiaran por dinero en zapatillas deportivas españolas.
– ¿Los niños recibieron las zapatillas?
– La primera partida de calzado ya la distribuyeron en dos escuelas de Sancti Spíritus y en un orfanato en Agramonte.
– Ellos prometían dar muchas zapatillas, y a Gorbachov, seguramente, le habían prometido mucha, mucha pizza…
– Creo que no le engañaron… para que él engañara a su pueblo. Además, Gorbi lo pedía, no para el pueblo, sino para sí, y eso significa que él no pedía tanto.
– El líder de tal pueblo de ninguna manera debía pedirlo… – expresó pensativamente Fidel – Sea como sea, yo no comprendo quién les dio el derecho de llamar a su vil radio con el nombre de nuestro héroe nacional, José Martí. Siléncialos.
– Están demasiado cerca…
– ¿Qué opinas sobre este muchachito de Cárdenas?
– Es que tú sabes mi opinión. Hasta el fin confiaba solamente en dos personas, en el hermano, que es cinco años mayor que yo, y en el Che. Ahora, solo en mi hermano.
– Quiero charlar cara a cara con este muchacho. Vete a hacer tus asuntos – ordenó Fidel y pidió que llamaran a su despacho al señor González…
– Eres incorregible – así se expresó Raúl, yéndose del despacho – Aún sigues creyendo en la gente…
Al volver Juan Miguel al despacho del Comandante, este comprendió que el líder cubano quería hablar francamente con él.
– Cuéntame sobre tu Elizabeth y Elián – pidió Fidel.
Juan Miguel le narró su historia. Quedo muy sorprendido. Era increíble que, a pesar de estar tan atareado, el líder del país hubiera escuchado todo hasta el final, apenas de vez en cuando interrumpiendo al narrador y exigiendo de este pormenores para concentrarse en los detalles…
Municipio Varadero, Cuba
Días antes de la tragedia
Lázaro Muñero, gamberro menudo, que soñaba con ser un gran contrabandista, al fin se decidió a infiltrarse en la habitación de un entrado en años burgués de Fráncfort. Vino a descansar con su nieta veinteañera. El cómplice del efractor, Julio César, ayudante del barman del hotel “Siboney”, prometió entretener al alemán un rato, deteniéndole en la barra del bar.
Lázaro entró sin ninguna dificultad en la habitación. Le han servido para esto los hábitos de cómo usar la ganzúa, adquiridos en los años de su juventud. Entonces, realizó su primer hurto con fractura, extrayendo del despacho del director de la escuela los medios recolectados por los alumnos para comprar medicamentos destinados a los niños de Chernóbil.
En aquella época el gobierno de Cuba aprobó una decisión sin precedente: sanar gratuitamente a los niños irradiados ucranianos. Si a Lázaro lo hubieran pillado en aquel momento, el asunto habría adquirido más bien un carácter político que penal. Pero la sospecha recayó en otro alumno, cuyos parientes denigraban a Castro, aún en los años de la dictadura de Fulgencio Batista, y ahora residían en Florida. Al muchachito inocente lo expulsaron de la escuela, lo que Lázaro acompañó con una sonrisita, jactándose ante una nueva amiguita: “¡Lo torpe que son!”
“¡Qué hermosura!” – por un instante, Lázaro quedó maravillado del lujo de la habitación del hotel y, mirando nerviosamente en torno suyo, se puso a buscar dinero y objetos de valor que pondría en su sombrero de paja. Después de revisar las mesitas de noche, él descubrió un frasco de agua de colonia “Carolina Herrera”, que ya estaba casi vacío. Se perfumó con mucha abundancia y se dirigió al tremó. En la caja había varios billetes arrugados de diez pesos. No era tan grande el botín… ¡Pero en la otomana azul, al lado de la cama, él tropezó con una videocámara! El ladronzuelo la empaquetó cuidadosamente en el sombrero.
Al ver en el sillón junto a la mesita de noche una chaqueta de lino, examinó con mucho esmero los bolsillos y extrajo un portamonedas con tarjetas bancarias. “¡Fritzes de mierda! ¿Qué hay de malo en el dinero en efectivo?” – Lázaro se puso rabioso. No era posible poder utilizar una tarjeta de crédito en Cárdenas, así como en cualquier otra ciudad. No porque el dueño al enterarse de la pérdida, inmediatamente la bloqueará. Simplemente, en Cuba usaban las tarjetas exclusivamente los extranjeros, mientras que Lázaro solo soñaba con ser uno de ellos.
Sí, tenía planeado recibir la ciudadanía estadounidense, y sin duda alguna así logrará alcanzar su meta, en cuanto gane un gran dineral en el contrabando. En su mente, en ese período, no había una distinción clara entre los términos “contrabandista” y “americano”. El dinero, todo lo solucionan los deseosos billetes de cien dólares, desde los cuales contempla con altivez el inmortalizado Franklin.
“¡Por fin hay algo de valor!” – se alegró Lázaro, habiendo tropezado contra una jarra de cristal. En el fondo de esta había un brazalete muy pesado, decorado con un capullo de pétalos de oro de una orquídea. Automáticamente lo metió en el calcetín, enrollándolo al tobillo, y se precipitó al cuarto de baño. Hace tiempo soñaba con un cepillo de dientes “Oral-B” con un motorcito. ¡Quién sabe, puede ser que el alemán use justamente uno de estos! “¡Tendré suerte alguna vez!” La puerta del baño resultó estar cerrada.
Al cabo de un segundo esta se abrió y ante Lázaro apareció en toda su belleza la pelirroja Magda von Trippe, nieta del entrado en años Miljelen Calan.
Poseyendo una cantidad de “atributos”, Magda no era famosa por su belleza. La ropa interior de color turquesa, que llevaba puesta después de tomar el baño espumoso, no podía ocultar los matices de su constitución idiosincrásica. No se puede decir que ella sea fea… Desprovista de gracia femenina, sí. Más bien deportiva que hombruna. Y de ninguna manera era repugnante, lo que debía probar Lázaro ahora mismo.
Justamente así, ya que Magda midió al malhechor con una mirada inequívoca, cuyo significado Lázaro pudo evaluar estando ya en la habitación, en la cama. La muchacha alemana tomó la única decisión justa para sí, prefiriendo a la resistencia total a ese cubano de alta estatura y muy simpático, una capitulación activa…
Como se habría alegrado por la nieta Miljelen, que en el declive de la vida se aficionó seriamente a Sigmund Freud y sospechaba en Magda inclinaciones lesbianas. Lo que se refiere a la niña todo estaba en orden, y este resultado se hizo el resumen de todos sus esfuerzos titánicos en la rehabilitación psicológica, no demandada ni siquiera entre los alemanes turcos, Magda von Trippe.
Cuba es un país maravilloso donde la gente es jovial, sociable. Ellos bailan por doquier la salsa, el merengue y el reggaetón, siempre están contentos para ti. No les eres indiferente. Siempre quedan agradecidos por una propina. Y si no les ofreciste mucho dinero, sus sonrisas francas no se hacían menos deslumbrantes. Y esto, en realidad, está estrechamente ligado con la avaricia de Miljelen respecto a los criados.
En comparación con el Marmarís turco, donde Miljelen Calan pasaba todas sus vacaciones con la difunta Greta, los balnearios cubanos podían darles a los turcos cien puntos de ventaja. Las mulatas y mestizas, atractivas física y sexualmente, iban y venían por todos lados, y las autoridades y, lo más importante, los varones locales, de manera demostrativa, se tapaban los ojos contemplando sus cortos amores con los extranjeros. La verdad es que la policía se los tapaba con pequeños billetes en pesos convertibles. Una nadería en comparación con las costumbres de la Porta aliada.
Los turcos no son tan hospitalarios. Se portan sin ceremonia en sus pretensiones importunas a los turistas, y su religión es demasiado severa respecto a las mujeres. La cuestión es otra si hablamos de la santería cubana con su panteón de dioses, con collares de diminutas conchas marinas y semillas de árboles “sagrados”.
La admiración de Miljelen por los dioses paganos, que se asentaron en un país de católicos merced a los descendientes de los esclavos, traídos de la costa occidental de África, se explicaba fácilmente… En la época del régimen de Hitler, siendo joven Miljelen, ingresó en las Juventudes Hitlerianas, donde entre los niños se cultivaba la lealtad incondicional al Führer del Reich Germánico, la fe en la superioridad racial de los arios y el respeto piadoso al culto nórdico de Odín, el que encabeza el panteón de los dioses paganos.
Desde aquel entonces transcurrieron años y años, pero pocos son los individuos que pueden cambiar radicalmente su propia cosmovisión. Hasta bajo el influjo permanente de los golpes del destino. En cuanto a Miljelen, su nacimiento en la patria del gran teólogo Martín Lutero no le impedía amar abnegadamente al señor del país de los Nibelungos, al Rey Sigfrido, decantado por los “escaldas” a la guerrera Krimilda2 y Odín3, como ahora lo veía tan parecido al Ayaguno cubano, el dios de la guerra.
Valiéndose de los rumores que llegaron a oídos del señor Calan, el propio Fidel se encontraba bajo la protección del dios más fuerte de las dieciséis encarnaciones de Obatalá, ídolo supremo de la santería. Justamente por eso a él no le dañaban las balas, ni los complots, ni las maldiciones, el pueblo lo idolatraba, a pesar de la indignante pobreza. No es extraño, Miljelen Calan no era el primero que imaginaba a Castro, ateísta dubitativo, como adepto de su culto.
La necesidad en la mistificación se ha unido en el alma del alemán con el abecé del análisis psicológico, después de ser leídas las primeras diez páginas del grueso tomo de Freud. La obra completa “Interpretación de las visiones” él no pudo “tragársela”, aunque lo leído resultó ser suficiente para que Miljelen se creyera ser un innato psiquiatra, al descifrar los deseos escondidos de la propia nieta.
En Cuba el alemán podía ayudar a Magda y el riesgo apenas serían cincuenta euros. En la playa don Calan contrató a uno de los gigolós locales, con zarcillos en los dos lóbulos. El muchacho se llamaba Guillermo y le ordenó que al atardecer se presentara en la habitación de su chica como si fuera un masajista para demostrarle de manera convincente todas las ventajas de la esencia masculina. Miljelen le suministró con aversión un condón, y así Guillermo adquirió un especial artículo de goma.
El abuelo avisó a Magda acerca de la visita de un mago–relajador. Debido a eso, se preparó minuciosamente, literalmente dicho, se lavó con fragancias. El abuelo era tan delicado que previamente comunicó sobre su intención de ir a una excursión a La Habana nocturna. Eso significaba que ella se quedaría con el mago Guillermo tête-à-tête. ¿Quería ella aprovechar la situación? Naturalmente…
Antes de que llevara al cubano a la cama, Magda le quitó al huésped, enmudecido y tomado por sorpresa, el sombrero de paja, de donde comenzaron a caer ciertas prendas, entre estas, el agua de Colonia y el portamonedas del abuelo. Y la videocámara… “El macho” la pudo coger al vuelo y cuidadosamente la volvió a colocar en el puf con las palabras: