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полная версияEl Airecito – Сквознячок

Надежда Александровна Белякова
El Airecito – Сквознячок

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Sinceramente dicho ella estaba contenta de poder ver a quien sea. Poder tener a alguien con quien discutir, a quien quejarse, alguien con quien simplemente hablar.

– ¡Qué triste es saber que no te necesita nadie!… Y todo es porque los turistas se quedaban desilusio nados al visitarme desde que desapareció Airecito. Y ahora vienen cada vez menos frecuente.

La Torre ha encendido un viejo farol que colgaba inútil en su entrada desde hace tiempo y ha visto de repente un Viento volando sobre la ciudad. ¡Un Viento de verdad! Ella no reconocía a Airecito que ha crecido y madurado tanto últimamente.

– ¡Guardia! ¡Guardia!!! ¡Aquí hay un Viento! ¡A por él, cogedlo! ¡Está aquí!!! ¡Es un viento de verdad! ¡Detened al delincuente! – gritaba la Torre con todas sus fuerzas para despertar a la ciudad entera.

La guardia apareció enseguida gritando:

– ¿Dónde está? ¿Dónde está? ¿Dónde?

Los guardias estaban armados y tiraron muchas flechas a Airecito. Él en respuesta se ha puesto a cantar en voz alta una nana.

Ha llegado también el Gobernador de la ciudad despierto por el ruido y ha empezado a dar voces: – “¡Arrestad a todos! ¡Todos, todos!”. Airecito ha crecido mucho y se ha puesto muy fuerte gracias a todas las pruebas que ha superado y ahora no era un Airecito sino un Viento libre y fuerte. Así que ha empezado a cantar su nana más alto aún para adormitar a los guardias y muy pronto ellos han sentido una extraña flojera. Es que esa nana ha sido especialmente elegida para un niño muy inquieto y caprichoso, a Airecito siempre le ha costado mucho trabajo que ese niño duerma.

Así que la música y la letra de esa canción eran especiales para adormecer rápido a cualquier niño más ruidoso.

Y así fue… uno tras otro se ha dormido dulcemente todos los guardias. Mientras tanto el ruido ha despertado la curiosidad de la ciudad dormida y los ciudadanos se han asomado por sus ventanas.

¡Qué alegría les dio saber que un Viento Libre había llegado a la ciudad!

Algunos se han quitado los gorros de dormir y usándolos como banderas gritaban:

– ¡Fuera el Gobernador! ¡Fuera!!!

Airecito se ha sentido tan grande, fuerte y libre que ha levantado al Gobernador y lo ha subido alto, muy alto por encima de la ciudad y lo ha llevado cada vez más lejos.

Muy pronto Airecito se ha encontrado por el camino con sus hermanos Vientos. Ellos han recogido al Gobernador sobre la marcha y después de eso nadie ha vuelto a verlo nunca en ninguna ciudad más.

La Torre fue la única quien se ha puesto triste con la desaparición del Gobernador. Ella protestaba y gritaba indignada:

– ¡Gobernador! ¡Vuelve querido mío! ¡Cómo viviré sin tus preciosas noticias?!

La Torre quería alcanzarle y hasta intentó dar un salto para ello. Ese fue un hecho absolutamente erróneo… porque después del salto ante los ojos de los sorprendidos ciudadanos la Torre se llenó de grietas que crecían y se ponían cada vez más anchas.

Ellos estaban horrorizados y susurraban unos a otros:

– ¡La Torre está a punto de derrumbarse! ¡Mirad, la Torre se está destruyendo! ¡Oh! ¡Se derrumbará ahora!

Efectivamente, muy pronto la Torre se ha derrumbado, un montón de piedras ha caído con muchísimo ruido y ha levantado unas nubes de polvo que llegaron al cielo.

Airecito ha vuelto a la ciudad después de dejar al Gobernador a la voluntad de los cuatro Vientos. Ha visto lo que ha quedado de la que antes era engreída y arrogante Torre y se ha puesto muy, muy triste. Es que él era el único que sabía lo indefensa que era esa Torre tan alborotadora y enfadadiza, tan bobita y caprichosa.

Airecito ha empezado a llorar de pena mientras volaba por encima del montón de piedras sin compartir la alegría que unía a los ciudadanos. La gente de la ciudad tampoco se fijaba en Airecito. Ellos bailaban en la Plaza y gritaban, contentos:

– ¡Lluvia! ¡Llovizna primaveral! ¡Mirad, lluvia! ¡El viento fresco ha traído la primavera a nuestra ciudad! – regocijaban niños y adultos.

Las lágrimas de Airecito han caído en el lugar donde antes se erguía la Torre y muy pronto allí han crecido campanillas blancas. Pronto ha llegado la primavera a la ciudad.

Todo eso y otras cosas y noticias que pasan en la ciudad, podemos ahora leer en los periódicos. Desde aquel entonces se editan libremente en la ciudad y a mí me gusta hojearlos cada vez que paso por la Biblioteca municipal.

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