Ha llegado la madrugada y junto a ella han entrado por la ventana las risas sonoras de unos niños alegres que pasaban por la calle. Poco después ha pasado volando tras ellos una cometa hermosa y colorida. El bibliotecario Lectórius se acercó a la ventana y se quedó pensativo viendo como los niños lanzaban la cometa. Miró a la Torre, donde pasaba en ese momento la pandilla feliz con su cometa viva y colorida volando alto sobre sus cabezas.
– ¡Ah claro, es que llegaron las vacaciones y es lo que hacía a los niños tan contentos!
La verdad es que Airecito estaba ya bastante cansado de trabajar tanto…
Al ver a esos niños Lectórius le ha dicho:
– ¡Airecito, tu trabajo es cada día mejor! Oh, mira, ¡han llegado las vacaciones! Y tú has hecho muy buena labor todo este tiempo así que también te mereces unas vacaciones. Pienso que deberías descansar. Cada día llegan más y más turistas que desean ver la Torre de los Fantasmas, y tu trabajo es cada vez más duro y difícil. Aparte de eso cada día que pasa la Torre se pone más presuntuosa y tiene peor genio. Parece que hoy también está descontenta por algo… ¡Oh, se oyen sus campanadas!
Airecito voló hacia la ventana, pero se volvió para despedirse de sus amigos:
– ¡Sí! Yo pienso que está descontenta por mi demora porque ya es hora de que yo esté allí asustando a los visitantes, es hora de retumbar las rejas y dar alaridos con las voces de espíritus. Así que tengo que irme ya. ¡Y la verdad es que yo ni siquiera había pensado en las vacaciones! ¡Hasta pronto!
– ¡Hasta pronto Airecito! – se despidieron Adelina y Lectórius.
Al llegar, Airecito se ha dado cuenta que la Torre estaba muy descontenta, pero se ha acercado a ella como si tal cosa. Se ha sentado en el parapete y ha empezado a cantar para animarla un poco:
¡Soy Airecito! ¡Del aire un hermanito!
Cuando un niño no se duerme
Dando las vueltas en su cama,
Con mi ayuda y mi nana
Se dormirá hasta mañana.
Juego al escondite en los pasillos,
También me gusta hacer cosquillas
En los talones a mis amigos
Y siempre con ellos nos reímos.
Pero si temes a resfriarte
¡Conmigo mejor no encontrarte!
– ¡Mi querida Torre! Sabes que me encanta pasear volando por la ciudad después del trabajo. Dar vueltas sobre las calles vacías, revolcarme en los tejados, ¡es mi diversión favorita! Pero no solo lo hago por divertirme y dar volteretas en los tejados, sino que a la vez estoy haciendo algo muy importante. ¿Qué si algún niño necesita una de mis nanas? Una de esas bonitas nanas que compone el buen Maestro de los Cuentos, el viejo Bibliotecario. ¡Sí! ¡Sí! ¡El señor de la biblioteca en la que trabajo! ¡Sí, yo trabajo! Es que nunca he tenido tiempo para contarte nada sobre nuestra biblioteca y sobre lo que hacemos allí. ¡Es un arte y maestría muy especial! Nosotros restauramos antiguos libros destrozados por el tiempo y por el mal uso de los lectores.
–¡Pero hoy tú tienes que estar contenta, Torre! Esta mañana tus visitantes salían asustados como nunca, y eso significa que yo he hecho hoy un trabajo excelente. ¡Lo único es que no me agrada eso lo que hago! Otra cosa es la biblioteca, ¡es tan interesante trabajar allí! – le seguía contando Airecito a la Torre esta soleada mañana.
Sin embargo, la Torre no le dejó seguir y le dijo, refunfuñona:
– Vaya estupidez, estar sentado hasta la noche profunda pegando paginas viejas y vetustas que huelen a polvo.
– ¿Cómo que no lo entiendes? ¡Nosotros regalamos Cuentos a la gente!
– ¿Qué regaláis Cuentos? ¡No, somos nosotros, tú y yo quien regalamos Cuentos! Mira cuánta gente viene aquí desde tan lejos. ¡Nosotros hacemos una labor maravillosa y noble! – se indignó la Torre.
Después de esas palabras Airecito estallo:
– ¿Pero qué charlas tú, estúpida arrogante? Lo que estamos haciendo tú y yo es un engaño, ¡yo solo decidí hacerlo para salvarte! ¡Si tu solo supieras cuánto me cuesta mentir a las personas! ¡Y qué trabajo me cuesta mover los grilletes pesados y las rejas oxidadas de tus ventanas! ¡Me estoy quedando sin fuerzas! ¡Solo soy una pequeña corriente de aire! Y parece ser que tú misma has creído tanto en tu propia mentira como en la grandeza falsa del Gobernador, ese charlatán insoportable al que adoras.
La indignación de la Torre no tenía límites y ella le gritó bruscamente a Airecito:
– ¿Cómo te atreves a mencionar a nuestro Gobernador sin el debido respeto? ¡Deberían mandarte a la cárcel por esos pensamientos tan atrevidos!
Esas palabras le han parecido a Airecito muy divertidas:
– ¡Ja-ja-ja! ¿Es que se te ha olvidado por completo lo que tú eres? ¡Tú misma eres una cárcel, así que yo no tengo nada que temer porque ya vivo entre tus muros! Por lo demás creo que ya es hora de librarme. El Bibliotecario me ha dicho que me he merecido un descanso así que me voy de vacaciones. Por cierto, ¿qué son las va-ca-cio-nes?
– Es cuando no tienes que hacer nada. Los niños no van al colegio y se van a las casas de sus abuelos. ¿Y qué eres tú? ¡Aire sin hogar!!! ¿Acaso te espera y te necesita alguien? ¿A ti?? ¿¡De vacaciones?! ¿Y qué será de mí? ¿Qué tienen de bueno las vacaciones? Yo estoy de vacaciones los últimos 300 años y no siento otra cosa que el aburrimiento.
La Torre suspiró y de repente empezó a cantar con mucha tristeza:
¿De qué sirven las vacaciones?
¿De qué sirven días de fiesta?
Créeme que es solo
Aburrimiento y tristeza.
Cuando no te espera nadie,
Y no te hace una empanada…
Han pasado 300 años de hastió
De vacaciones, ¡sueños perdidos!
No tienen más que tontería,
¡Tenerlas yo no volvería!!!
– ¿Sabes qué? ¡Yo no me aburriré! – dijo Airecito, se acercó al borde del parapete y gritó fuerte a lo lejos:
– ¡Hermanos míos! ¡Vientos de Norte, Sur, ¡Este y Oeste! Venid rápido hacia aquí, mirad cuanto he crecido y lo fuerte que me he puesto. ¡Quiero volar junto a vosotros, quiero recorrer el mundo entero!!!
La Torre le respondió indignada:
– ¡Oye, no grites tan fuerte! ¿No ves que ha llegado el Gobernador ahí abajo? ¡No me molestes a escucharlo!
Efectivamente, el Gobernador en este mismo momento se ha puesto cómodo, puso delante sus papeles con anotaciones, se preparó y empezó a leer:
” ¡Hoy no tengo prevista ninguna noticia! Y es la mejor noticia del día…”
Cuando de repente han entrado a la ciudad los cuatro Vientos – los hermanos mayores de Airecito. Ellos oyeron la llamada de su hermano menor y llegaron volando, barriendo todo en su camino.
Los Vientos cogieron a vuelo a Airecito y subieron muy muy alto con él para volar lejos, muy lejos.
Airecito se sentía muy feliz presintiendo este viaje tan divertido. Por lo tanto, no se dio cuenta que el Gobernador también se subió al aire, dio unas volteretas como un auténtico acróbata y luego cayó en el medio de la Plaza, ¡a la vista de todo el mundo!
Los ministros susurraban entre ellos:
” ¡Qué vergüenza… deshonrarle de esta manera delante de todos los ciudadanos…se puede considerar incluso un atentado!”
El Segundo ministro asentía.
Y en cuanto el Gobernador ha vuelto en razón, editó un decreto nuevo que decía:
“<<Todos los vientos y corrientes de aire sin excepción ninguna pueden ir a tomar viento y abandonar nuestra ciudad en 24 horas, ya que se consideran delincuentes del Estado. También serán castigados todo tipo de resoplidos y queda completamente prohibido tener aire en la cabeza, estar por las nubes, hablar al aire e incluso esfumarse en un soplo.>>
<<¡Los que no obedezcan irán a la cárcel>>!”
La ciudad entera se conmovió con ese decreto tan absurdo. Los ciudadanos, sorprendidos, no paraban de hacer preguntas:
– ¿Cómo iremos a pescar si el viento no llena las velas? ¿Cómo vamos a moler el trigo si las aspas de los molinos no se moverán? ¿Cómo tenderemos la ropa para secarla sin corrientes de aire? Y, por fin ¿cómo podremos lanzar cometas y jugar con los barquitos de papel para hacerles flotar por los arroyos si no hay viento?
El Bibliotecario y su nieta también se pusieron muy tristes porque no podrían seguir con su trabajo y restaurar los libros viejos sin Airecito y sus soplos suaves.
– Bueno, – ha dicho Adelina disimulando para que parezca que no está preocupada, – dejemos que Airecito viaje y conozca el mundo. Y nosotros procuraremos llevar las cosas bien sin él, sin su ayuda y sus chistes…Pero ¿cómo podremos estar bien sin él y su ayuda?
La chica y su abuelo pasaron tristes y en silencio el resto de la tarde, tomando sus enfriadas infusiones…
Ha pasado así una semana. Por las noches la ciudad se llenaba de llantos de los niños que se quedaron ahora sin las maravillosas nanas de Airecito.
– ¡Qué triste y aburrida se ha vuelto nuestra ciudad! – ha dicho Adelita con pena.
Es que ella no sabía aún que Airecito ya estaba de vuelta y justo en ese momento se acercaba a la biblioteca. Al atardecer él entro por la ventana, tan alegre y ligero como siempre. De repente la biblioteca se ha llenado de aromas de flores, frutas y de olor casi olvidado de una brisa fresca de verano.