Морган Райс Traicionada
Traicionada
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Морган Райс Traicionada

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Por un lado, Caitlin sintió una oleada de amor por él al saber lo que había sacrificado. Pero, por otro lado, se preguntó¿ si él sólo se preocupaba por su bienestar físico? ¿No de ellos como una pareja?

"Entonces ... " comenzó a Caitlin , "ahora que ves que estoy bien ... ¿vas a irte?"

Había sonado muy duro. ¿Qué le estaba pasando? ¿Por qué no podía ser más amable, más gentil, como él lo había sido? En verdad, no lo decía en serio. Lo había dicho de la peor manera. Había querido decir: Por favor, no me dejes nunca.

"Caitlin", él comenzó dulcemente: "Por favor, comprende. Mi familia, mi gente, mi cofradía - se encuentran en grave peligro. La espada está por ahí, y está en las manos equivocadas. Tengo que regresar con ellos. Debo salvarlos. Tendría que haberme marchado hace una semana... y ahora que veo que te has recuperado, bueno ... no es que yo quiera dejarte. Pero tengo que salvar a mi familia", dijo en voz baja.

"Yo podría ir contigo", respondió Caitlin, esperanzada. "Yo podría ayudarte."

"No te has recuperado por completo", dijo. "Ese choque cuando bajaste no fue un accidente. A todo vampiro le toma algún tiempo acostumbrarse a sus nuevos poderes. Y en tu caso, también sufriste una terrible lesión de la Espada. Puede tardar días o semanas para sanar. Si viajas, podrías lastimarte. El campo de batalla no es lugar para ti en este momento. Ellos podrán entrenarte aquí. Por esa razón te traje."

Caleb se volvió, y ambos cruzaron la terraza y se volvieron hacia el patio.

Allí, muy abajo, iluminados por la luz de las antorchas, había docenas de vampiros boxeando, guerreando y luchando entre sí.

"Esta pequeña isla posee una de las mejores cofradías", dijo Caleb. "Ellos han aceptado acogerte. Ellos te enseñarán. Te entrenarán. Te harán más fuerte. Y luego, cuando tus poderes se hayan desarrollado y te hayas sanado por completo, me sentiría honrado que lucharas a mi lado. Hasta entonces, temo que no puedo permitírtelo. La guerra a la que me dirijo va a ser muy peligrosa. Incluso para un vampiro."

Caitlin frunció su frente. Ella había temido que él dijera algo así.

" Pero, ¿y si no regresas?" preguntó.

"Si sigo vivo, volveré por ti. Te lo prometo."

"Pero ¿qué pasará si no vives?", preguntó Caitlin, con demasiado miedo para poder pronunciar las palabras.

Caleb se volvió y miró hacia el horizonte, y respiró profundamente. Se quedó mirando las nubes, y no pronunció una sola palabra.

Ahora Caitlin tenía una oportunidad. Desesperadamente, quería cambiar de tema. Él estaba decidido a irse, ella lo podía notar, y nada iba a detenerlo. Y era claro que no podía llevarla. SE sintió completamente exhausta, y sabía que él tenía razón: ella no estaba lista para pelear. Necesitaba sanar.

No quería perder más tiempo tratando de detenerlo. Y no deseaba hablar más de vampiros, de guerras, o de espadas. Quería usar el valioso tiempo que les quedaba para hablar sobre ellos. Caitlin y Caleb. Ellos como una pareja. Su futuro. El amor que se tenían. Su compromiso con el otro. ¿Qué los unía exactamente?

Más importante aún, ella se dio cuenta durante todo el tiempo que estuvieron juntos, desde la primera vez que lo vio, ella siempre había dado por sentada su presencia. Nunca se había detenido un momento para mirarlo a los ojos y decirle exactamente lo que sentía profundamente por él. Ahora, ella era una mujer, y sintió que era hora de pasar a otro nivel y actuar con madurez, de actuar como una mujer. Para decirle lo que realmente sentía por él. Deseaba que él lo supiera. Tal vez él lo sentía, sentía lo mucho que ella lo amaba, pero ella nunca había pronunciado las palabras. Caleb, te amo. Te he amado desde el segundo en que te conocí. Siempre te amaré.

El corazón de Caitlin latía con fuerza, estaba más aterrorizada de lo que nunca había estado. Temblando, alzó una mano y suavemente lo puso sobre la mejilla de Caleb.

Lentamente, él se volvió hacia ella.

Finalmente, estaba lista para decirle lo que pensaba.

Pero al intertarlo, las palabras se atascaron en su garganta.

Al mismo tiempo, él la miró con un destello de preocupación y abrió la boca para hablar.

"Caitlin, hay algo que tengo que decirte-", comenzó.

Pero nunca tuvo la oportunidad de terminar la frase.

De repente, se escuchó el sonido de una puerta abrirse y Caitlin inmediatamente sintió que los dos ya no estaban solos.

Ambos se giraron hacia el ruido para ver quién era.

Era una persona. Un vampiro. Una hermosa criatura, increíble, más alta, más delgada, de mejor porte que Caitlin. Con cabello rojo, largo y suelto, y brillantes ojos verdes.

Cuando Caitlin se dio cuenta quién era, su corazón se desplomó.

No. No puede ser.

Era ella. Sera. La ex esposa de Caleb.

Caitlin la había visto brevemente sólo una vez en los claustros. Pero nunca la había olvidado.

Sera caminó hacia ellos con la elegancia de una criatura que había estado en este planeta por miles de años. Segura. Sin detenerse, sin quitar sus ojos en Caitlin, caminó a un lado de Caleb.

Levantó su mano pálida y hermosa y lentamente la puso alrededor del hombro de Caleb. Miró hacia abajo a Caitlin con absoluto desprecio.

"¿Caleb?" dijo en voz baja, con una sonrisa siniestra en su cara. "¿No le has dicho acerca de nosotros?"

Y con esas solas palabras, Caitlin sintió como si hubieran hundido un cuchillo en su corazón.

CINCO

Con horror, Samantha vio como el caldero se inclinaba hacia la cara de Sam. Luchó con toda su fuerza, pero no había nada que pudiera hacer para liberarse de sus captores. No había nada que pudiera hacer. Sólo podía permanecer allí y observar cómo destruían a la persona que amaba.

Mientras el líquido caía sobre Sam, Samantha se preparó para escuchar los gritos horribles que tan a menudo acompañaban de una bendición con ácido Iorico.

Pero a medida que Sam se perdía completamente en la cascada del ácido, curiosamente no se escuchaba ni un solo sonido.

¿El líquido lo había matado tan rápidamente, tan completamente que ni siquiera tuvo tiempo de gritar? Cuando el líquido se detuvo, Sam apareció a la vista.

Y Samantha estaba verdaderamente sorprendida. Como lo estaba cada uno de los vampiros en la habitación.

Él estaba bien. Parpadeó y miró a su alrededor, claramente nada le dolía. Inclusive se mostraba un poco desafiante.

Era increíble. Samantha nunca había visto algo así- nunca había visto a nadie, ya fuera humano o vampiro, que fuera inmune al líquido. Es decir, nadie, excepto una persona. Ahora lo recordaba. Caitlin. Su hermana. Ella había sido inmune también. ¿Qué significaba eso? ¿Estaban relacionados genéticamente? Recordó de nuevo su reloj, su inscripción. La Rosa y la Espina. ¿La dinastía se dividió entre ellos? ¿Pudiera ser que ella no fuera la Elegida?

¿Pero que él lo fuera?

Caitlin era unos años mayor que Sam y tal vez ella había mostrado los signos de la mayoría de edad antes que él. Tal vez si hubieran esperado algunos años, Sam también habría mostrado signos de metamorfosearse en un mestizo.

Cualquiera que fuera la razón, era claro que él era inmune. Lo que lo convertía en alguien muy, muy poderoso. Y muy peligroso para su cofradía.

Samantha miró a su alrededor y en la sala, con varios cientos de vampiros, no se escuchaba ni un sonido. Todos se quedaron mirando en estado de shock.

Sam se veía enojado. Alzó la mano, arrastrando sus cadenas, y se secó el agua de la cara. Tiró de las cadenas pero no pudo liberarse.

"¿¡Alguien me puede quitar esta maldita cosa!? " gritó.

Y entonces, sucedió.

De repente, se escuchó un estruendo en la puerta.

Samantha se dio vuelta y vio el enorme conjunto de puertas dobles desplomarse.

No podía creerlo. Allí estaba Kyle con la mitad de su rostro desfigurado, a su lado Sergei y cientos de vampiros mercenarios detrás de él.

Y eso no fue todo. Kyle la tenía. La sostenía en alto. La Espada.

Kyle dejó escapar un grito horrible y lleno de locura, se lanzó de cabeza en la habitación. Sus partidarios lo seguían de cerca, gritando creando gran alboroto. La habitación se transformó en un caos.

Era vampiro contra vampiro, Kyle y sus hombres atacaban con saña a todo ser que tenían a la vista. Pero la cofradía de la Marea Negra había estado en guerra desde hacía miles de años y no estaba dispuesta a ceder fácilmente. Los vampiros de Rexius se defendían con similar determinación.

Fue una batalla de cuerpo a cuerpo, mano contra mano, vampiro contra vampiro. Ninguno cedía una pulgada.

El propio Kyle avanzaba increíblemente. Con las dos manos, sostenía en lo alto la Espada y la balanceaba ampliamente en ambas direcciones. Dondequiera que fuera, los vampiros se desplomaban. Brazos, piernas, cabezas... Kyle era un ejército de un solo hombre. Cortó un camino a través de la multitud de miles de vampiros, asesinando uno por uno.

Samantha estaba en shock. En sus miles de años, nunca había visto a un vampiro asesinado, en realidad, definitivamente, asesinado. Nunca había imaginado que un vampiro pudiera ser frágil. Esta espada era impresionante. Y muy, muy mortal.

Samantha no esperó más. Cuando un vampiro la enfrentó gritando y apuntó con sus sangrientos dientes afilados a su cara, rápidamente ella se agachó, dejó que volara sobre ella y luego salió corriendo.

Cruzó corriendo el cuarto hacia donde estaba Sam Sam.

Justo a tiempo. Un vampiro truhán tuvo la misma idea y se dirigió directamente hacia donde el muchacho muerto de miedo estaba encadenado. Con los dientes extendidos apuntando a su garganta, el vampiro saltó directamente hacia Sam. Él era como un cordero encadenado en una habitación llena de leones.

Samantha llegó hasta él justo a tiempo. Saltó, chocando con el vampiro en el aire y lo derribó al suelo. Antes de que pudiera levantarse, Samantha lo abofeteó con fuerza, dejándolo fuera de combate.

Ella se puso en pie y arrancó las cadenas de Sam. No bien lo liberó, él miró a su alrededor con total incredulidad, como si una pesadilla fantástica se hubiera hecho realidad.

"Samantha", dijo, " ¿qué diablos está pasando?"

" No es el momento, " dijo Samantha , mientras arrancaba la última de sus cadenas, lo agarraba del brazo y tiraba de él conduciéndolo a través del caos. Ella se dirigió a la salida.

Mientras corrían, otro vampiro malicioso saltó hacia ellos con los dientes extendidos.

Samantha agarró a Sam y lo tiró al suelo, ella se agachó y el vampiro saltó justo sobre sus cabezas.

Rápidamente, ella recuperó su posición, lo jaló hacia arriba, y los dos echaron a correr a través de la habitación. Se las arreglaron para agacharse y dar rodeos mientras ella lo guiaba. Ella sabía que si podía alcanzar esa puerta, había un pasillo detrás y una escalera trasera que podría conducirlos a la calle. Una vez afuera, podía llevarlos lejos, muy lejos de aquí.

En medio del caos, nadie se dio cuenta que ellos estaban esapando. Ella estaba casi fuera, a sólo unos metros de distancia.

Y entonces, justo cuando estaba a punto de lograrlo, sintió la presión en su espalda, sintió que caía golpeando el suelo. La habían saltado por detrás.

Se dio la vuelta y miró hacia arriba para ver quién era. Sergei. Ese pequeño y despreciable compañero ruso de Kyle . Quien había robado la espada de su mano.

Él le sonrió, una sonrisa cruel maléfica y ella lo odió más de lo que nunca lo había hecho antes.

Sam, por su parte, no parecía estar asustado. Saltó sobre la espalda de Sergio y usó sus cadenas para envolverlas alrededor del cuello de Sergei. El chico era fuerte. De hecho, apretó con la fuerza suficiente para obligar a Sergei a aflojar su apretón sobre Samantha, ella aprovechó la oportunidad para rodar por debajo de él.

No obstante, Sam no era un digno rival para un vampiro. Gruñendo, Sergei se levantó y lanzó a Sam lejos de él, como si fuera un muñeco de trapo. Sam aterrizó a tres metros de distancia estrellándose contra la pared.

Cuando Samantha trató de ponerse de pie, una docena de vampiros se abalanzaron sobre ella. Notó que Sam estaba rodeado también. Estaban atrapados.

Lo último que logró ver fue la cruel sonrisa de Sergei, cuando acabó, dándole un puñetazo en la cara.

*

Cuando Kyle atravesó la enorme sala de la cofradía de la Marea Negra esgrimiendo la espada violentamente, destruyendo vampiro tras vampiro, nunca se había sentido más vivo. Estaba cubierto de la sangre que salpicaba en todas las direcciones y sentía sus manos húmedas con la sangre mientras giraba con más y más intensidad. Era la venganza. La venganza por sus miles de años de servicio leal, por la forma en que lo habían tratado. ¿Cómo pudieron atreverse? Ahora conocerían el significado de la palabra venganza. Todos ellos tendrían que disculparse y, hasta el último de ellos, inclinarse ante él, tocando el suelo, y admitir que se habían equivocado terriblemente.

Todo estaba saliendo a la perfección. Después de su pequeño desvío en el puente de Brooklyn, había conducido a su leal gentío por las puertas del Ayuntamiento, matando a los pocos vampiros que se atrevieron a interponerse en su camino. Luego, se habían introducido por el pasadizo secreto más y más en las entrañas del Ayuntamiento, directamente al nido de su cofradía. Ningún vampiro se atrevió a ponerse en su camino cuando su ejército irrumpió en la sala. Muchos otros vampiros, al ver a Kyle y en especial la Espada, inmediatamente se rindieron a él. Lo alegró ver que muchos de sus antiguos de cofradía le seguían siendo leales. Sabía que había llegado el día para reclamar el liderazgo que le correspondía.

Rexius era un líder débil. Si hubiera sido más fuerte, habría encontrado la Espada él mismo, hace años. Nunca habría enviado a otros a hacerlo por él. Le gustaba castigar a otros por sus propios errores, cuando era él quien debía ser castigado. Había crecido ebrio de poder. Desterrar a Kyle había sido un último y desesperado intento por eliminar a todos sus allegados. Pero había fracasado.

Kyle atravesó la sala y se dirigió directamente al trono de Rexius. Rexius lo vio venir y sus ojos se abrieron en pánico.

Rexius saltó de su silla y trató de escabullirse de los combates. El tan llamado líder mostraba su verdadera cara en tiempos de guerra.

Pero Kyle tenía otros planes.

Kyle corrió hacia el otro lado para encontrarse cara a cara con Rexius. Habría sido mucho más fácil simplemente hundir la espada en su espalda, pero él se negaba a que Rexius se desmoronase tan fácilmente. Quería que Rexius viera de cerca quien lo mató.

Rexius se detuvo, su camino bloqueado por los enormes hombros de Kyle y por la espada brillante y reluciente.

La mandíbula de Rexius temblaba. Reixus levantó un dedo tembloroso y lo apuntó a la cara de Kyle. En ese momento, parecía tan solo un hombre viejo. Un hombre débil y viejo, aterrorizado. Qué patético.

"¡Quedas desterrado! ", gritó sin convicción. "¡Ordeno que te destierren!"

Ahora era el turno de Kyle para sonreír, una sonrisa amplia y maliciosa.

"¡No vas a ganar! " añadió Rexius. "¡No vas a ganar!"

Kyle se acercó casualmente, se echó hacia atrás y, con solo un golpe suave, hundió la Espada en el corazón de Rexius.

"Ya lo hice", dijo Kyle.

La habitación entera, aun ocupada en la batalla, se volvió y se quedó mirando. Se escuchó un grito horrible que consumió toda la sala de piedra. Parecía no tener fin porque Rexius chillaba y chillaba. Mientras todos miraban, su cuerpo se disolvió ante sus ojos, desintegrándose en una nube de humo, y luego en una brizna que subió hacia el techo.

Toda la habitación se detuvo y miró a Kyle.

Kyle alzó la espada alta y rugió. Era un rugido de victoria.

Todos los vampiros sobrevivientes de ambos lados de la batalla se volvieron y miraron a Kyle. Todos cayeron de rodillas, bajaron la cabeza inclinándose hasta tocar el suelo. La lucha había terminado.

Kyle respiró profundamente, disfrutándolo. Ahora, él era el líder.

SEIS

Sin poder decir una palabra, Caitlin se alejó de Caleb y Sera.

Era demasiado para que pudiera procesarlo todo de una vez. ¿Acababa de ver lo que creía haber visto? ¿Cómo era eso posible?

Ella había pensado que conocía muy bien a Caleb y que estaban más cerca que nunca. Estaba segura de que estaban juntos, como una pareja, y que sería así para siempre. Había vislumbrado con claridad su nueva vida juntos y estaba segura de que nada iba a separarlos.

Y entonces ocurre esto. Nunca se le ocurrió que podría haber otra mujer en la vida de Caleb. ¿Cómo no pudo haberle dicho?

Por supuesto, Caitlin recordaba a Sera de su breve visita a los claustros pero Caleb insistió en que ya no sentía nada por ella, que lo que vivieron juntos, pasó años atrás, cientos de años atrás.

Entonces, ¿qué estaba haciendo ella allí? ¿Sobre todo ahora? En el momento más privado de Caleb y Caitlin juntos, ¿cuando Caitlin había levantado, totalmente convertida en un verdadero vampiro, por la propia sangre de Caleb? ¿Cómo pudo saber dónde estaban? ¿Caleb la había invitado? Él debío hacerlo. Pero, ¿por qué?

Olas y olas de dolor la invadieron. No encontraba una explicación. Siempre había temido mostrarse vulnerable, sobre todo frente a los hombres, por esta misma razón. Pero con Caleb, se había soltado, había confiado en él por completo. Se había mostrado más vulnerable que con cualquier hombre con quien había estado. Y él se las había arreglado para lastimarla profundamente, más profundamente de lo que pudo haber imaginado.

Sin embargo, no podía comprender cómo podía haberlo juzgado tan mal, ¿cómo pudo equivocarse tanto? Sentía como sus entrañas se rompían a pedazos. ¿Cómo será ahora la inmortalidad, sin él? Sería una condena. Una condena eterna. Sentía que quería morir. Y aun peor, se sentía como un idiota.

"¡Caitlin!" Caleb gritó detrás de ella, mientras ella escuchaba sus pasos corriendo tras ella. "Por favor, déjame explicarte."

¿Qué tendría que explicar? Era claro que él la había invitado a aquí. Era evidente que aún la amaba. Y era evidente que sus sentimientos por Caitlin no eran tan fuertes como los sentimientos de ella por él.

Caleb la tomó del brazo jalándola, rogándole para que se volviese y lo mirase.

Pero ella se apartó. No soportaba que él la tocara. No quería saber nada de él. Nunca más.

"¡Caitlin! " exclamó. "¿No vas a dejar que te explique?"

Pero Caitlin no se detuvo. Ahora, era una persona diferente, un ser diferente y lo sentía en más de un sentido. Junto con su fuerza de vampiro recién descubierta, también le sobrevino una nueva serie de emociones propias de los vampiros nuevas para ella. Ya podía sentir que sus emociones eran más fuertes de cuando había sido humana, eran mucho más intensas. Sentía todo mucho más profundamente. No se sentía deprimida - sentía como si estuviera muriendo literalmente. No se sentía traicionada - sentía como si, literalmente, la hubieran apuñalado en el corazón. Quería abrirse a sí misma, hacer cualquier cosa para detener el dolor que la desgarraba en su interior.

Se dirigió al otro lado de la terraza y entró a su habitación, cerrando la puerta de roble detrás de ella.

"¡Caitlin, Caitlin por favor!", se escuchaba la voz apagada del otro lado de su puerta.

Caitlin se volvió y cerró la puerta.

"¡Vete!", gritó. "¡Regresa con tu esposa!"

Después de algunos segundos, por fin sintió que él se había ido.

Ahora estaba sólo ella. Sólo el silencio. Caitlin se sentó en el borde de la cama en su pequeña habitación, puso su cabeza entre las manos y lloró. Sollozaba y sollozaba con gritos desgarradores. Sentía que todo lo que tenía de pronto se lo habían quitado.

Escuchó un gemido y sintió un pelaje suave contra su rostro, y miró hacia abajo para ver a Rose, frotando su cara contra la suya. Rose lamió las mejillas de Caitlin tratando de lamer sus lágrimas.

Le ayudaba a Caitlin para despejarse. Se agachó y acarició el rostro de Rose, tocando su pelaje. Rose saltó al regazo de Caitlin, todavía era pequeña para hacerlo, y Caitlin la abrazó.

"Todavía tengo a ti, Rose" dijo Caitlin. " Tú no me dejarás, ¿verdad?"

Rose se echó hacia atrás y le lamió la cara.

Pero era demasiado el dolor. Caitlin no podía permitirse el lujo de sentarse en ese cuarto un segundo más. Sentía como si estuviera a punto de estallar a través de las paredes.

Miró la enorme ventana, vio el cielo acogedor de la noche y, sin vacilar, bajó a Rose, saltó de la cama, dio dos zancadas y saltó hacia afuera.

Sabía que sus alas brotarían y la llevarían lejos. Pero una parte de ella deseaba que no lo hicieran - deseaba que fallaran y la hicieran caer en picada directamente sobre la tierra.

SIETE

Samantha estaba encademada. Varios vampiros la agarraban con firmeza de los brazos mientras la arrastraban a través de la gran sala. La habitación se había convertido en un matadero. Por donde viera, había miles y miles de cadáveres de vampiros; sus ex -compañeros de cofradía -su sangre formaba charcos por todo el piso- cortados en pedazos por Kyle y su maldita espada. Esa espada tenía un poder mayor al que había imaginado.

Sin embargo, en medio de esta carnicería, varios cientos de vampiros permanecían vivos. Ahora eran parte de la gente de Kyle. Y a cada momento, docenas más entraban por las puertas abiertas. De hecho, la corriente de vampiros ávidos de declarar su lealtad a Kyle parecía no tener fin. Era evidente que ahora se trataba de su cofradía. Con Rexius muerto, no quedaba nadie más a quien declararle lealtad. Y Kyle se lo había ganado. Se las había arreglado para acabar con todos los vampiros que lo habían traicionado.

Había cientos de vampiros que lo habían ayudado en la batalla contra Rexius. Algunos eran verdaderamente leales a Kyle, mientras que otros eran simplemente oportunistas. A otros simplemente les disgustaba Rexius y habían estado esperando su oportunidad. Llegaban vampiros de cofradías de toda la ciudad. La noticia se difundió rápidamente en el mundo de los vampiros y todos querían ser parte de la próxima guerra. Cualesquiera que fueran sus razones, ahora eran parte del ejército de Kyle.

Ahora que Kyle era el líder, ahora que la Espada estaba en su poder, era claro que pronto habría una gran guerra, una guerra como ninguna otra que la raza de los vampiros hubiera librado. Kyle era despiadado y estaba sediento de sangre y ni siquiera esta carnicería lo había satisfecho. Estaba resentido y no lo podía evitar. Todos los vampiros que no se habían apresurado a jurarle lealtad pagarían por ello. Además de todos los inocentes seres humanos. Sus vendettas se extendían interminablemente, Samantha lo sabía, y la ciudad de Nueva York pronto sería su juguete.

Arrastraron a Samantha bruscamente a través de todo el caos hasta el centro del cuarto.

Kyle estaba ahora sentado en el trono de Rexius, saboreando su poder; una sonrisa maligna se extendió por su rostro cuando, desde todas las direcciones, los vampiros se inclinaron ante él.

De pie a un lado de Kyle, Sergei golpeó su bastón de metal en el piso, tres veces.

El cuarto entero con miles de vampiros se alineó en perfecto orden. Todos levantaron sus puños y gritaron : "¡Dios te salve, Kyle!"

Samantha estaba asombrada. Era una increíble demostración de fuerza y lealtad. Nunca había presenciado una manifestación de obediencia así. Kyle tenía magnetismo. Ya era un tirano.

Pero Kyle no parecía interesado en sus soldados. En cambio, tenía sus ojos fijos en Samantha. Todos en la habitación parecían notar su interés por ella, y el rumor se calmó para presenciar el intercambio.

"Entonces," le dijo Kyle. "Me ganaste la Espada. Pero tal como puedes ver, yo soy quien la esgrimo."

"Por ahora," le sorrajó Samantha .

Dejemos que lo crea, ella pensó. Porque en verdad, estaba segura que un día ya no le pertenecería. Quien estaba destinado a empuñar la espada lo haría y, en el fondo, ella sabía que no era él.

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