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Блейк Пирс Al lado
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—Me siento halagada —dijo Danielle, realmente nada halagada.
—Mira, sabes que nos reuniremos en algún momento —dijo Chloe—. Es mejor que lo hagamos más pronto que tarde para evitar todas estas llamadas incómodas. Y quiero que vengas a mi casa para que la conozcas.
—Quizá tenga una cita ese día —dijo Danielle.
—¿Una cita real o una aventura de una sola noche?
—Una cita real. Creo que te caerá bien Martin.
Eso fue tremenda mentira. Estaba bastante segura de que Martin no le caería nada bien a Chloe.
—¿Sabes qué? Deberías llevarlo a la fiesta.
—Dios mío, eres insoportable.
—Entonces… ¿Eso es un sí? —preguntó Chloe.
—Eso es un ya veremos.
—Está bien, lo acepto. En otro tema, ¿cómo estás, Danielle? ¿Todo va bien?
—Sí, supongo. El trabajo va bien, y estoy a punto de salir con el mismo chico por vigésima vez.
—Él suena especial —bromeó Chloe.
—Hablando de eso, tengo que colgar —dijo Danielle.
—Está bien. Te enviaré nuestra dirección por mensaje de texto. Espero que vengas a la fiesta de la cuadra. Es este sábado a las tres en punto.
—No te prometo nada —dijo Danielle antes de tomar un buen trago de cerveza—. Adiós, Chloe.
Colgó sin esperar la despedida de Chloe. Ella no sabía el porqué, pero la conversación había sido agotadora.
«Una fiesta de cuadra —pensó con sarcasmo—. Sé que no hablamos muy a menudo, pero debería conocerme mejor que eso… saber que no me gustan esas cosas.»
Después de ese pensamiento, comenzó a pensar en su madre. Cada vez que Chloe la irritaba, pensaba en su madre. A lo que pensó en su madre, su mano se fue a su cuello. Al darse cuenta de que su cuello estaba desnudo, volvió rápidamente a su dormitorio. Se dirigió al joyero en su cómoda y sacó el collar de plata de su madre, prácticamente lo único que quedaba en el mundo de Gale Fine. Se puso el collar alrededor de su cuello y se metió el colgante debajo de su camiseta.
A lo que lo sintió en su piel, se preguntó con qué frecuencia Chloe pensaba en su madre. También trató de recordar la última vez que ambas habían hablado de lo que había sucedido aquella mañana hace diecisiete años. Sabía que eso las atormentaba a ambas, pero a ninguna de las dos les gustaba hablar de fantasmas.
Solo faltaban diez minutos para su cita con Martin, así que se tomó el resto de su cerveza. Supuso que ya debería salir, aunque eso significaba que llegaría un poco temprano. Se dirigió a la puerta principal para hacer eso, pero luego se detuvo en seco.
Había un sobre directamente debajo de su puerta principal. El sobre no había estado allí mientras había estado hablando con Chloe por teléfono.
Se acercó a él y lo recogió con cuidado. Se sentía como si estuviera viéndose a sí misma en una película porque había hecho esto antes. Esta no era la primera nota que recibía…
El sobre estaba en blanco. No tenía nombre, ni dirección, ni marcas de ningún tipo. Abrió la solapa, la cual no estaba pegada al resto del sobre. Adentro del sobre encontró un pequeño cuadrado de papel.
Sacó la nota y la leyó. Y luego la volvió a leer.
La metió de nuevo en el sobre y llevó el sobre al escritorio que estaba en la pared de fondo de la sala de estar. Guardó la nota allí con las cuatro otras, todas las cuales tenían mensajes similares.
Ella las miró por un momento, asustada y confundida.
Sus manos comenzaron a sudar y su corazón comenzó a latir con fuerza.
«¿Quién me está acechando? —se preguntó—. ¿Y por qué?»
Luego hizo lo que normalmente hacía cuando algo la molestaba. Lo ignoró. Sacó la nota de su mente, junto con su mensaje, y se dirigió hacia la puerta para verse con Martin.
Sin embargo, mientras salía del edificio, el mensaje de la nota comenzó a hacer eco en su mente.
YO SÉ LO QUE REALMENTE SUCEDIÓ.
No tenía ningún sentido pero, por otra parte, parecía tener todo el sentido del mundo.
Miró su propia sombra en la acera y no pudo evitar caminar un poco más rápido. Sabía que no podía escapar de un problema simplemente ignorándolo, pero al menos eso la hacía sentirse mejor.
YO SÉ LO QUE REALMENTE SUCEDIÓ.
Sus pies parecían estar de acuerdo. Querían correr de regreso a su casa para tratar de darle sentido a las notas o tal vez convencerla de llamar a alguien. Tal vez a la policía. Tal vez incluso a Chloe.
Pero Danielle solo apretó el paso.
Había logrado dejar su pasado atrás…. bueno, casi…
¿Por qué debería dejarse atormentar por esas notas?
CAPÍTULO TRES
—¿Servirán pollo entonces?
Fue una pregunta inocente, pero igual enojó mucho a Chloe. Se mordió la mejilla para evitar hacer algún mal comentario.
Sally Brennan, la madre de Steven, estaba sentada frente a ella con una sonrisa perfecta en su rostro envejecido.
—Sí, mamá —dijo Steven—. Es comida… comida que probablemente ni siquiera coma por los nervios. Si alguien quiere quejarse de la comida en mi boda, que se vayan. Pueden comprar tacos en camino a casa.
Chloe apretó la mano de Steven debajo de la mesa. Al parecer se había percatado de que estaba incómoda. Steven casi nunca se enfrentaba a su madre, pero parecía un héroe cuando sí lo hacía.
—Esa no es una buena actitud —dijo Sally.
—Steven tiene razón —dijo Wayne Brennan, el padre de Steven, desde el otro extremo de la mesa. La copa de vino a su lado estaba vacía por tercera vez, y ya se encontraba alcanzando la botella de vino tinto en medio de la mesa para servirse otro trago—. Honestamente, a nadie le importa un bledo la comida en una fiesta nupcial. Todos andan pendientes de la bebida. Y tendremos barra libre, así que…
Dejaron la conversación inconclusa. La mirada amarga en el rostro de Sally dejaba en claro que no le agradaba nada que se habían decidido por pollo.
Pero eso no era nada nuevo. No había estado de acuerdo con ninguna de las decisiones que Chloe y Steven habían tomado. Y nunca dejaba de recordarles disimuladamente quién estaba pagando por la boda.
Pinecrest también era el hogar de los padres de Steven. Se mudaron allí hace cinco años, técnicamente a las afueras de Pinecrest a un pueblo pequeño llamado Elon. Aparte del trabajo de Steven, esa había sido una de las razones por las cuales Chloe y Steven habían decidido mudarse a Pinecrest. Steven trabajaba como desarrollador de software para una contratista del gobierno y había sido ofrecido un puesto demasiado bueno como para rechazarlo. En cuanto a Chloe, actualmente estaba de pasante en el FBI mientras terminaba su maestría en justicia penal. Y lo mejor de todo era lo cerca que quedaba Pinecrest de la sede del FBI en Baltimore.
Sin embargo, Chloe ya se estaba arrepintiendo de vivir tan cerca de los padres de Steven. Wayne casi siempre se portaba bien. Pero Sally Brennan era, por decirlo suavemente, una perra arrogante a quien le gustaba meterse en donde nadie la estaba llamando.
Los Brennan, como pareja, eran bastante agradables. Ambos estaban jubilados, eran pudientes y estaban felices. Pero también mimaban demasiado a Steven. Steven le había admitido a Chloe muchas veces que sus padres lo habían consentido mucho ya que era hijo único. Aunque tenía veintiocho años, lo seguían tratando como un niño. Sus padres simplemente lo sobreprotegían mucho. Esa era la razón principal por la que Chloe sufría cada vez que querían hablar de la boda.
Y lo peor del caso era que, esta vez, lo habían hecho durante la cena. Sally no había perdido tiempo en hablar de qué servirían de comida en la fiesta nupcial.
—¿Qué tal la casa? —preguntó Wayne, tan ansioso como Chloe de cambiar de tema.
—Es genial —dijo Chloe—. Terminaremos de desempacar dentro de unos días.
—Y oigan esto… una compañera de secundaria de Chloe vive a dos casas de la nuestra. ¿Qué loco, no? —dijo Steven.
—Tal vez no tan loco como parece —dijo Wayne—. Este pueblo es demasiado pequeño. Es inevitable encontrarte con algún conocido.
—Sobre todo en esos vecindarios donde las casas están todas hacinadas —dijo Sally con una sonrisa de superioridad, sutilmente rechazando el lugar en el que habían elegido vivir.
—Nuestras casas no están hacinadas —dijo Steven.
—Sí, tenemos un patio de buen tamaño —añadió Chloe.
Sally se encogió de hombros y tomó otro sorbo de vino. Luego pareció pensar en su siguiente comentario, tal vez incluso hasta pensando que lo mejor sería no decir nada, pero igual soltándolo de todos modos.
—Tu amiga de secundaria no es la única persona que conoces en Pinecrest, ¿verdad? —preguntó Sally—. Tu hermana también vive por aquí, si mal no recuerdo.
—Sí, es cierto —respondió Chloe con firmeza, pero sin ser grosera.
Sally Brennan nunca había tratado de disimular su disgusto por Danielle, a pesar de que solo se habían visto dos veces. Lastimosamente, Sally era una de esas amas de casa cliché que estaban tan aburridas que vivían del escándalo y el chisme. Por eso había sentido intriga al descubrir que Chloe tenía una hermana con un pasado difícil y oscuro.
—Cambiemos de tema, mamá —dijo Steven.
Chloe deseaba que eso la hiciera sentirse defendida pero, en todo caso, solo la hacía sentirse menospreciada. Cuando salía a relucir el tema de Danielle, Steven usualmente se ponía del lado de su madre. Sin embargo, tenía la sensatez de saber cuándo callarse, pero su madre por lo general no.
—¿Será la dama de honor? —preguntó Sally.
—Sí.
Sally no puso los ojos en blanco, pero su expresión facial mostraba lo que pensaba al respecto.
—Ella es mi hermana —dijo Chloe—. Así que sí, le pedí que fuera mi dama de honor.
—Sí, tiene sentido —dijo Sally—. Sin embargo, a mi parecer, la dama de honor debe elegirse con cuidado. Es un gran honor y responsabilidad.
Chloe tuvo que agarrarse del borde de la mesa para no responderle mal.
Al darse cuenta de su tensión, Steven hizo todo lo posible para apaciguar la situación: —Mamá, ya basta. Danielle hará un buen trabajo. E incluso si algo sale mal, me aseguraré de que todo esté cubierto. Es mi boda, mamá. No dejaré que nada malo suceda.
Esta vez fue Chloe la que estuvo a punto de poner los ojos en blanco. Una vez más, esa era su forma de defenderla sin molestar a sus padres. Chloe esperaba que algún día Steven realmente defendería a Danielle. Ella sabía que Steven no tenía problemas con ella, sino que estaba haciendo todo lo posible para apaciguar la inquietud de su madre hacia ella. Todo el asunto era un poco desagradable.
—Basta ya de tonterías —dijo Wayne, alcanzando para servirse una segunda porción de patatas—. Hablemos de fútbol americano. Chloe... eres fan de los Redskins, ¿cierto?
—No, para nada. Soy de los Giants.
—Igual de malo —dijo Wayne con una carcajada.
Y así no más, la inquietud de la noche se esfumó. Chloe siempre había valorado la audacia de Wayne en ser capaz de ignorar las groserías de su esposa y sacar otro tema a relucir para apaciguar la situación. Era algo que Chloe deseaba que Steven aprendiera de su padre.
Aun así, a medida que avanzaba la noche, Chloe no pudo evitar preguntarse si Sally tenía razón. A Danielle no le gustaba vestirse elegante, permanecer en silencio y estar en frente de la gente. Danielle no estaría en su zona de confort en la boda y Chloe se había preguntado más de una vez cómo saldrían las cosas.
Mientras esas preocupaciones flotaban por su cabeza, pensó en las niñas sentadas en los escalones mientras la bolsa de plástico era sacada de su apartamento. Recordaba la mirada en blanco en la cara de Danielle. Supo que algo se había quebrantado dentro de ella en ese momento. Que había perdido a su hermana en un abrir y cerrar de ojos.
Y en ese mismo momento supo que Danielle nunca volvería a ser la misma.
CAPÍTULO CUATRO
Estaba lloviendo cuando Chloe y su instructor de campo llegaron a la escena. Chloe se sintió muy novata cuando salió del auto a la llovizna. Como era una pasante que tenía que acompañar a su instructor, no le daban casos importantes. Este, por ejemplo, parecía un caso típico de violencia doméstica. Y aunque el caso no parecía ni muy gráfico ni muy brutal, las palabras violencia doméstica la estremecían.
Después de todo, ella había oído esas palabras mucho después de la muerte de su madre. Su instructor debía estar consciente de su pasado, de lo que le había pasado a sus padres, pero no había mencionado nada del caso durante el camino.
Estaban en el pueblo de Willow Creek en ese primer día, un pueblito que quedaba a unos veinticinco kilómetros de Baltimore. Chloe estaba de pasante en el Equipo de Evidencias del FBI. Mientras caminaban hacia la casa sencilla de dos pisos, el instructor hasta la dejó tomar la delantera. Su instructor era Kyle Greene, un agente de cuarenta y cinco años de edad que había sido retirado del trabajo de campo luego de desgarrarse el ligamento cruzado anterior mientras perseguía a un sospechoso. Como no sanó bien de la lesión, el FBI le dio la opción de ser mentor e instructor de pasantes. Él y Chloe solo habían hablado dos veces antes de esta mañana. Se conocieron por FaceTime hace una semana y luego se volvieron a ver hace dos días, durante su viaje desde Filadelfia a Pinecrest.
—Quiero decirte algo antes de que entremos —dijo Greene—. No te lo quise decir hasta ahora porque no quería que pasaras toda la noche pensando en eso.
—De acuerdo…
—Si bien este es un caso de violencia doméstica, también es un caso de homicidio. Hay un cadáver adentro. Uno relativamente fresco.
—Ah… —dijo Chloe, incapaz de contener su shock.
—Sé que es más de lo que esperabas. Pero cuando llegaste de pasante, hubo unas cuantas discusiones. Queríamos que vieras más desde el principio. Hemos estado jugando con la idea de dejar que los pasantes tengan más responsabilidades, dejar que se involucren un poco más. Y basándonos en tu expediente, decidimos que serías la candidata ideal para eso. Espero que te parezca bien.
Todavía estaba desconcertada, incapaz de responder. Sí, era más responsabilidad. Sí, eso significaba que la escudriñarían más de cerca. Pero ella nunca rechazaba un desafío y no tenía la intención de empezar ahora.
—Agradezco la oportunidad.
—Excelente —dijo Greene, con un tono que indicaba que nunca había dudado de ella.
El agente le indicó que lo siguiera mientras caminaban hacia el porche y por las escaleras. Adentro había dos agentes conversando con el forense. Chloe respiró profundo y, aunque creía que estaba preparada para la escena, igual se conmovió cuando vio las piernas de una mujer sobresaliendo por detrás de la isla de la cocina.
—Necesito que te acerques al cuerpo —dijo Greene—. Dime qué ves, tanto en términos del cuerpo como los alrededores. Háblame mientras procesas todo.
Chloe había visto un par de cadáveres durante sus pasantías. En Filadelfia, no eran muy difíciles de encontrar. Pero esto era diferente. Este cadáver se sentía demasiado personal. Dio un paso detrás del mostrador de la cocina y bajó la mirada hacia la escena.
La víctima era una mujer que parecía treintañera. Había sido golpeada en la cabeza con un objeto muy sólido, probablemente la tostadora que yacía destrozada en pedazos a unos metros de ella. El lado izquierdo de su frente se había llevado la peor parte del impacto. El golpe había sido lo suficientemente fuerte como para romper su cavidad ocular, por lo que parecía muy probable que su ojo rodaría al piso en cualquier momento. Un charco de sangre rodeaba su cabeza como un halo.
Tal vez lo más curioso de ella era que tenía los pantalones de chándal en los tobillos y su ropa interior en las rodillas. Chloe se puso en cuclillas cerca del cuerpo para ver si notaba algo más. Ella vio lo que parecía ser dos pequeños arañazos en un lado del cuello. Se veían frescos y como si hubiesen sido hechos por uñas.
—¿Dónde está el marido? —preguntó.
—Bajo custodia —dijo Greene—. Confesó el crimen y le contó a la policía lo que hizo.
—Pero si se trata de una disputa doméstica, ¿por qué llamaron al FBI? —preguntó.
—Porque este tipo fue arrestado hace tres años por golpear tan fuerte a su primera esposa que ella tuvo que ir a la sala de emergencias. Pero ella no presentó cargos. Y la policía recibió una alerta de que había videos de asesinatos en su computadora personal.
Chloe analizó toda esa información y la aplicó a lo que estaba viendo. Todo comenzó a tomar forma como un rompecabezas. Empezó a decir todas sus teorías en voz alta.
—Dado el historial de este hombre, es propenso a la violencia. Violencia extrema, por lo que pasó aquí. Sus pantalones de chándal y ropa interior indican que estaba tratando de tener sexo con ella aquí en la cocina. O quizás estaban teniendo sexo pero ella quería parar. Los arañazos en su cuello indican que el sexo fue violento y que fue o bien consensual solo al principio o nunca lo fue. —Ella pausó para estudiar la sangre—. La sangre se ve relativamente fresca. Yo estimaría que el asesinato ocurrió en las últimas seis horas.
—¿Y cuáles serían tus siguientes pasos? —preguntó Greene—. Si no tuviéramos a este tipo en custodia en este momento y lo estuviéramos buscando, ¿qué harías?
—Buscaría pruebas que indicaran que tuvieron relaciones. De esta forma, obtendríamos su ADN. Mientras esperáramos los resultados, buscaría cosas como como carteras arriba en el dormitorio, con la esperanza de encontrar su licencia de conducir. Bueno, si es que ya no sospecháramos que el culpable fue el esposo. Si ese fuera el caso, pudiéramos obtener su nombre de la dirección.
Greene le sonrió, asintiendo con la cabeza. —Perfecto. Te sorprendería la gran cantidad de novatos que pasan eso por alto. Estás en la casa del tipo, por lo que ya sabrías su nombre. Pero si no se sospechara que fue el marido, tienes razón. ¿Estás bien, Fine?
La pregunta la tomó por sorpresa, sobre todo porque ella no estaba bien. Se había distraído, y ahora estaba mirando la sangre en los azulejos de la cocina. Todo eso la regresó de golpe a su pasado, mirando un charco de sangre en la alfombra al final de las escaleras.
Sin previo aviso, comenzó a marearse. Se apoyó contra de la isla de la cocina, creyendo que iba a vomitar. Fue alarmante y vergonzoso.
«¿Esto es lo que me pasará en todas las escenas de crimen horripilantes? ¿En cualquier escena que remotamente se asemeje a lo que le pasó a mamá?», pensó.
Oía a Sally hablándole en su mente, repitiendo lo que le había dicho cuando apenas se acababan de conocer: —No conozco a ningún buen agente mujer. No sé cómo tú podrías ser una, especialmente dado tu pasado traumático. Me pregunto si ese tipo de estrés te afecta en otros sentidos…
—Disculpa —murmuró antes de salir corriendo por la puerta principal. Casi se cayó por las escaleras del porche en su camino hacia el césped, segura de que iba a vomitar.
Por suerte, no lo hizo. Respiró profundo varias veces, concentrándose tan intensamente en eso que no vio a Greene bajar los escalones del porche.
—Ciertos casos me afectan también. —Se mantuvo a una distancia prudente, dándole su espacio—. Habrá escenas mucho peores. Lamentablemente, después de un tiempo, te vuelves un poco insensible a ellas.
Ella asintió con la cabeza, ya que había oído todo eso antes. —Lo sé. Es solo que… esta escena me hizo recordar algo. Algo que no me gusta recordar.
—El FBI tiene terapeutas excepcionales que ayudan a los agentes a procesar todo tipo de cosas. Así que no estás sola, y sentirte así no te hace menos agente.
—Gracias —dijo Chloe, finalmente capaz de ponerse de pie.
De repente, comenzó a extrañar a su hermana. Aunque era un poco mórbido, pensamientos gratos de Danielle inundaban su mente cada vez que recordaba el día que murió su madre. Y esta vez pasó lo mismo. Chloe no pudo evitar pensar en su hermana. Danielle había pasado por muchas cosas a lo largo de los años, una víctima de las circunstancias, así como también de sus propias malas decisiones. Y ahora que Chloe vivía tan cerca, parecía impensable que siguieran tan distanciadas.
Sí, ella había invitado a Danielle a la fiesta de la cuadra de este fin de semana, pero Chloe ahora se sentía incapaz de esperar tanto tiempo. Y Chloe sospechaba que su hermana ni siquiera iría a la fiesta.
Tenía que verla ahora mismo.
***
Chloe no sabía por qué estaba tan nerviosa cuando llamó a la puerta de Danielle. Ella sabía que Danielle estaba en casa. El mismo auto que había tenido de adolescente estaba estacionado en el estacionamiento del complejo de apartamentos, aun con las pegatinas de diversas bandas. Nine Inch Nails. KMFDM. Ministry. Ver el auto y las pegatinas la hizo sentirse muy nostálgica y triste.
«¿Realmente no ha crecido en absoluto?», se preguntó Chloe.
Cuando Danielle abrió la puerta, Chloe vio que no… no había crecido nada. O, más bien, que no había envejecido en términos de apariencia.
Las hermanas se miraron por un período de dos segundos antes de finalmente acercarse para abrazarse. Chloe vio que Danielle todavía se teñía el cabello de negro. También seguía teniendo el piercing en su labio, el cual sobresalía de la esquina izquierda de su boca. Sus ojos estaban delineados y estaba vestida con una camiseta de la banda Bauhaus y jeans rasgados.
—Chloe —dijo Danielle, sonriendo un poco—. ¿Cómo has estado?
Era como si se hubieran visto justo el día anterior. Sin embargo, ese saludo la había sorprendido, ya que Chloe no había esperado ningún sentimentalismo de su hermana.
Chloe entró en el apartamento y, sin preocuparse mucho de cómo Danielle lo tomaría, le dio otro abrazo. Llevaban un poco más de un año sin verse, y aproximadamente tres sin abrazarse de esta forma. Algo sobre el hecho de que ahora vivían en la misma ciudad parecía haberlas unido un poco. Era algo que Chloe podía sentir, algo que sabía que no necesitaba ser vocalizado.
Danielle le devolvió el abrazo, aunque no con tanto entusiasmo, y le preguntó: —Así que… ¿cómo estás?
—Estoy bien —dijo Chloe—. Sé que debí haberte llamado antes de venir, pero… no sé. Temía que te inventarías una excusa para que no viniera.
—Sí, tal vez tienes razón —admitió Danielle—. Pero ahora que estás aquí, adelante. Perdón por el desorden. Bueno, en realidad no debería pedirte perdón. Ya sabes que siempre he sido desordenada.
Chloe se echó a reír y, cuando entró en el apartamento, le sorprendió encontrar el lugar relativamente ordenado. La zona de estar no tenía muchos muebles, solo un sofá, TV y estante para TV, una mesa de centro y una lámpara. Chloe sabía que el resto del apartamento sería igual. Danielle era el tipo de persona que vivía con solo lo necesario. La excepción, si es que no había cambiado nada desde su adolescencia (y parecía que no), era con la música y los libros. Eso hizo a Chloe sentirse un poco culpable por la casa grande que recientemente había comprado con Steven.
—¿Quieres que prepare café? —preguntó Danielle.
—Sí, muchas gracias.
Entraron en la cocina, la cual también solo tenía artículos de primera necesidad. La mesa obviamente había sido comprada en una venta de garaje. Se veía un poco mejor por un mantel que Danielle le había colocado encima. La mesa tenía dos sillas, una a cada lado.
—¿Estás aquí para obligarme a ir a la fiesta de la cuadra? —preguntó Danielle.
—No, para nada —dijo Chloe—. Estaba en mis pasantías hoy y fui a una escena del crimen que… bueno, me hizo recordar todo.
—Qué mal.
Hubo un momento de silencio incómodo entre ellas mientras Danielle preparaba el café. Chloe vio a su hermana moverse por la cocina, un poco espantada por lo poco que había cambiado. Sentía que estaba viendo a la misma chica de diecisiete años de edad que se había ido de casa con la esperanza de comenzar una banda, a pesar de los deseos sus abuelos. Se veía demasiado igual, hasta su expresión adormecida.
—¿Has oído algo sobre papá? —preguntó Chloe.
Danielle solo negó con la cabeza. —Supuse que tú te enterarías de algo debido a tu trabajo. Si es que hay algo de qué enterarse.







