– ¡Vaya espectáculo! Todo el público está volando junto a nosotros. ¡Y tambien se han unido los ciudadanos! ¡La ciudad se ha convertido en un Circo volante! – decía el Director alegremente. La ciudad entera iba volando y las estrellitas brillantes que salían de la pandereta de Astrelka
iban bajando y quedaban sobre los tejados de las casas, en los caminitos de los parques y ramas de los árboles. Todo ese gran corro que se reía, cantaba y daba volteretas iba volando acompañado por los sonidos del mágico violín del Gitano de las Estrellas, el abuelo de Astrelka. En cuanto el anciano se ha acercado al Director del Circo, aquel empezó a rogarle que participe en sus espectáculos:
– ¡Un contrato! ¡Os hago un contrato con las condiciones que queráis! ¡Se lo suplico! ¡Seremos el mejor Circo del mundo con esa actuación! ¡Mirad! La ciudad entera está con nosotros. Astrelka se ha acercado y tambien ha empezado a convencer a su abuelo: – ¡Abuelo, por favor! ¡Vamos a quedarnos! Mira cuánto se alegra toda la gente de la ciudad… Y es que no todos tenían una monedita de plata para poder venir a ver el espectáculo de circo esta noche. ¡Para poder divertirse, olvidar un poco sus penas y alegrarse! Y en nuestras manos está el poder de regalar fiesta, alegría y un vuelo por encima de la ciudad a toda la gente a la vez. ¡Por favor! ¡Estemos aquí un tiempo! Sin embargo su abuelo protestaba:
– ¡No! ¡No y no!!! Yo ya te he dicho antes que en la Tierra existen sus propias leyes. Viendo que Astrelka está a punto de echarse a llorar el abuelo se ha apenado. El Director del Circo también seguía insistiendo:
– ¡Mire lo feliz que le hace a su nieta saber que ha podido obsequiar a la ciudad con el don de volar, aunque sea por una vez esta maravillosa noche! El abuelo ha suspirado… y asintió:
– Está bien… ¡pero solo por dos días, no más! Al lado de ellos pasaba volando y tocando las cimas de los arboles el feliz corro de los ciudadanos y de artistas de circo. Todos estaban muy ilusionados y comentaban entre sí:
– ¡Qué felicidad! ¡Qué maravilla! ¡Estamos volando!!! ¿Cómo? ¿Por qué? Mirad, es aquella niña la que estaba bailando en el Circo. ¡Ella va delante de nosotros! Todos, todos, todos los que han podido se han unido al este corro volador esta noche. ¡Parecía que la ciudad entera estaba volando! ¡Volando! Eso era tan sorprendente. Pero había una persona en esta ciudad que no tenía ganas de volar esta maravillosa noche. Era el vendedor de helados. Este hombre recogía muy apresurado toda la plata estelar que salía de la pandereta de Astrelka y a cambio regalaba sus helados a todos que veía a su alrededor. ¡Eso era increíble!
La generosidad de este hombre poco sonriente era impresionante esta noche. Apenas le daba tiempo de dar un helado a todos los que pasaban volando cerca de él. Mientras tanto más y más plata caía a su carrito y el Heladero procuraba recoger todas las estrellitas brillantes que encontraba por el camino… La mañana del día siguiente ha sido soleada y clara. El vendedor de helado muy contento de sí mismo iba muy de prisa al banco. Su carrito seguía lleno de las estrellitas plateadas y él iba para cambiarlas por el dinero. Dinero de verdad. Al entrar en el banco el hombre ha dirigido su carro a uno de los mostradores donde un empleado del banco estaba muy concentrado limpiando sus gafas. El vendedor de helado
ha abierto su carrito, ha sacado el contenido y lo ha arrojado sobre el mostrador lleno de orgullo exigiendo que se lo cambien por el dinero. El empleado del banco le ha mirado con confusión, ha vuelto a limpiar sus gafas y ha pronunciado después de una pausa:
– ¡Permítame saber! ¿Dónde está la plata estelar que Usted me ha prometido?? En vez de la plata reluciente encima del mostrador estaba algo casi invisible, algo transparente… algo que solo parecía ser monedas oxidadas o estrellitas apagadas. ¿Qué era esto? El Heladero estaba conmovido y derrotado. Y de repente ha empezado a chillar muy fuerte:
– ¡Oh!!! ¡Qué engaño tan cruel! ¡Yo regalé todo mi maravilloso helado a cambio de esa plata que anoche brillaba como las estrellas! ¡Espera! ¡Ya entiendo! Entiendo que esas monedas solo se ven y relucen cuando anochece y aparecen las estrellas en el cielo… Yo recogía esta plata anoche en todas las calles y plazas de nuestra ciudad, delante de toda la gente. ¡Con mis propias manos! ¡Estoy arruinado!!! ¡Astrelka es una estafadora y falsificadora de monedas! ¡No se me va a escapar!!! Gritando así el Heladero ha salido del banco y se ha dirigido corriendo a la policía. Mientras tanto en la ciudad ya se rumoreaba de lo ocurrido. De que el vendedor de helado ha salido del banco y ha corrido furioso a la policía. Allí se ha decidido que hasta que se resuelva este caso tan problemático y misterioso, la chica debe estar arrestada. Y así fue. A Astrelka la han llevado a la cárcel. Ella estaba muy apenada y asustada. Tambien pensaba mucho en su abuelo porque él se ha quedado solo y seguramente estaba muy preocupado por ella. ¡Astrelka lamentaba tanto que haya desobedecido algunas de esas leyes de la Tierra las que no conocía! Y decía llorando: