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La monedita

Надежда Александровна Белякова
La monedita

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El Cartero ha subido más el cuello de su abrigo para y ha agachado la cabeza para protegerse un poco más de las frías gotas de la lluvia. Y de repente ha visto en el camino entre el barro y fango una moneda, muy vieja y desgastada que alguien había perdido. La ha cogido, la ha puesto en la palma de su mano y se ha puesto a investigar. La Monedita estaba tan feliz porque por fin alguien la había encontrado que ha empezado a centellear en la mano de su liberador. El perfil de un gobernador desconocido que estaba grabado sobre la moneda de repente ha mirado muy contento al Cartero y le ha guiñado un ojo. Al ver todo eso el Cartero ha pensado que se está enfermando y que está viendo esas cosas por la culpa del frío y de la fiebre. ¡Realmente había de que sorprenderse tanto!

– Que moneda tan extraña… No es de por aquí. Y tampoco se ve de que año es. ¿Y qué rey es este? ¿De qué reino? – ha murmurado el Cartero. Inesperadamente el muñequito grabado en la moneda le ha hablado con una vocecita fina y muy sonora: – ¡Eso sí que es verdad! Yo no soy del lugar. ¡Que cansadito estoy! ¡Y que frío tengo! ¡Me encantaría encontrar un poco de calor en su monedero! Si tiene Usted un poco de espacio para mí entre las monedas de oro y billetes, claro… ¿espero que encuentre un poco de sitio? Luego la monedita se ha acordado de algo más y ha continuado:

– ¡Ah! ¡Disculpe, no me he presentado! Soy el Viejo Silver, que diga… ¡Silver Primero! Es que yo… Pero no ha podido terminar la frase porque el Cartero lo ha guardado directamente en su oscuro y vacío bolsillo ya que no tenía ni monedero. En cuanto los ojos del muñequito grabado en la moneda se han acostumbrado un poco a la oscuridad, él ha mirado a su alrededor y ha visto que no hay ningún rastro de sus hermanos-monedas en este bolsillo. Entonces se ha acomodado y ha oído como el Cartero estaba hablando a sí mismo:

– ¡Oh! ¡Que cansado y harto estoy de vivir en esta infinita pobreza! ¡Qué bueno sería encontrar no solo esa miserable monedita que no me puede ayudar en nada sino un montón de dinero! ¡Y no solo calderilla, claro! ¿Cómo fue lo que ha dicho? Mmm…“¡monedas de oro y billetes!” Después de decir eso el Cartero ha empezado a notar que su bolsillo de repente pesa mucho más. Y el otro bolsillo tambien. ¡Y que hasta las alas de su sombrero se están cubriendo de auténticas monedas de oro! Toda su ropa se ha llenado de dinero. El Cartero sacaba de sus bolsillos puñados de monedas, ilusionado y feliz. En principio estaba susurrando pero de repente ha roto a gritar tan fuerte que se le oía en todo el bosque:

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